El solitario coyote trotó a través del desierto en las afueras de la ciudad. Audaz, olisqueó de cerca la basura esparcida en los límites de la arena. El aire nocturno era fresco, pero la arena aún estaba caliente por el caliente sol diurno. Caminó a lo largo, oliendo el suelo, husmeando alrededor de la parte trasera de una larga estructura hasta que llegó a un callejón. Alguien tosió y una botella se hizo pedazos contra la pared del edificio. El coyote giró y huyó. Le habían disparado bastantes veces al acercarse a aquellos edificios en concreto, pero la comida era inusualmente abundante. Aún así, no quería jugársela, no cuando había tantos hombres caminando alrededor tan tarde en la noche.
Reluctante, el coyote se alejó del banquete, bordeando un montón de rocas y encorvándose debajo, esperando que las cosas se asentaran un poco más antes de hacer otro intento. En el lejano desierto, escuchó un ruido apagado, como el batir de grandes alas y volvió la cabeza hacia el cielo, encogiéndose asustado más cerca de la roca.
El helicóptero llegó rápido y bajo, volando sin luces, y en un silencio sobrecogedor. Soltaron cuerdas desde las puertas abiertas y cinco hombres descendieron rápidamente y en un suave y coordinado movimiento, empezaron a acelerar a través del desierto con una velocidad inaudita. Segundos más tarde el helicóptero se fue y el coyote se levanto sobre sus patas, listo para correr mientras los hombres, poco más que sombras, aceleraron hacia él. No hubo ruidos, ni siquiera el ruido sordo de las botas sobre la arena. El viento llevaba sus olores, y cuando se aproximaron, sus cuerpos fueron más definidos, apareciendo como una única entidad oscura con diez ojos brillantes.
El coyote dio unos pocos pasos en una dirección y luego, cuando los hombres se separaron, corriendo a no más de medio metro uno de otro en perfecta armonía, dio un paso en la otra dirección, se giró, con la cola baja y se paró, confuso. Los hombres corrían como el viento, sin apenas vacilar, sin embargo aquellos extraños ojos brillaron sobre el animal mientras él se acurrucaba, obviamente viéndolo, aunque estaba en la más oscura sombra de las rocas.
Javier, en cabeza. Solo un vistazo. ¿Escuchas lo que estoy diciendo? Un vistazo. Nadie muere aún.
Mack McKenzie, líder del Equipo Tres de los Caminantes Fantasma envió a su primer hombre al interior de la zona caliente. La unidad especial de Caminantes Fantasma que él lideraba no necesitaba radios. Todos ellos eran telépatas.
Me has ofendido, boss. La risa se volcó en la mente de Mack. ¿Por que pensarías siquiera que alguien podría morir?
Mack le envió a Javier una severa mirada de advertencia. Javier podía ver fácilmente en la oscuridad, incluso cuando elegía no hacerlo. Parecía un muchacho con sus ojos oscuros y una cara inocente y aniñada, una de sus mayores ventajas. Siempre lo subestimaba todo el mundo, si es que lo llegaban a ver alguna vez de verdad.
La guerra urbana era un arte excepcional. Cada ciudadano en una zona “caliente” podía ser potencialmente inocente... o un enemigo.Se requerian hombres y mujeres especiales con nervios de acero para ser capaces de funcionar en tales situaciones de alto estrés. Su unidad de Caminantes Fantasma estaba compuesta de tales individuos, todos altamente entrenados y con muy especiales y únicos dones físicos. Mack y los otros se tumbaron sobre sus vientres, desapareciendo en la arena sólo a centímetros del primer edificio al borde de la ciudad. Javier Enderman avanzó con absoluta confianza directo a la estructura y dentro del callejón. Cuando estuvo más cerca de los edificios, su forma sólida simplemente desapareció, mezclándose con lo que le rodeaba.
Creo que nuestro informante estaba sobre algo. Tenemos una fuerza importante aquí, Mack, informó Javier. Tiradores en el techo, las escaleras y metidos en el callejón. Veo varios en las ventanas y edificios al otro lado de la calle. Una gran operación aquí.
¿Puedes encontrar una manera de fusionarte sin tener que matar a nadie? No se supone que estemos aquí. Entramos, salimos con el paquete y nadie se da cuenta.
Javier suspiró con fuerza.
Sabes, boss, estás difamando mi carácter. Claro que puedo encontrar una forma de mimetizarme. Qué poca fe.
Las tripas de Mack se tensaron. Javier era un asesino consumado a pesar de su inocente apariencia juvenil. Estaba altamente cualificado en explosivos y un maníaco cuando se trataba de ordenadores. Altamente inteligente... seguía a una persona y esta era Mack. Normalmente Javier podía encontrar un grupo de adolescentes y simplemente unirse a ellos, pero los chicos en esta parte de la ciudad era más probable que cobraran por avisar de los extraños. Se abstuvo de decirle a Javier que fuera cuidadoso, sabiendo que el hombre no apreciaria su cautela, pero habían crecido juntos en las calles. Javier era más que un compañero de equipo... era su familia, y Mack cuidaba de la familia.
Estos hombres lo habían seguido al infierno, y Mack se sentía responsable de ellos. Todos habían pensado que el realce físico era un programa excitante, uno que les daría las mejores habilidades para salvar vidas y servir a su país... y quizás habría sido, si no hubiera sido conducido por un loco que no solo realzó sus habilidades físicas, sino que cambió sus ADNs, añadiendo los realces animales que él pensaba los convertiría a todos en super-soldados.
Estaba Gideon Carpenter, un hombre que sería su salvador en cualquier crisis. Tenía los ojos de un halcón, podía disparar a las alas de una mosca con manos tan firmes como una roca. Los protegería desde grandes distancias y hasta ahora, Mack nunca había sabido que él fallara. Antes de que esto pudiera estar en posición, ellos necesitaban tener la información y la azotea de su elección despejada.
Ethan Myers yacía sobre su vientre, los ojos fijos en las estructuras de delante, el cuerpo realzado para la escalada. Podía trepar por un edificio como una araña, despejar la azotea y estar fuera antes de que nadie supiera que había estado allí. Esperaba, preparado para reaccionar, tan firme como los demás estaban.
Le echó un vistazo al hombre a su derecha. Kane Cannon, era el quinto hombre que formaba su equipo de rescatadores. Kane siempre había estado con él, desde las calles de Chicago, la universidad, cada clase de entrenamiento en Fuerzas Especiales disponible para ellos así como los experimentos de los Caminantes Fantasma y los entrenamientos de campo adicionales. Kane siempre le había guardado las espaldas y sabía exactamente que estaba pensando Mack. Cambió su peso súbitamente, diciéndole a Mack que estaba listo. Era inestimable, un hombre que literalmente podía ver a través de las paredes el interior de los edificios. Podía trazar la posición del enemigo en segundos.
Nuestra informante debería estar en el tercer apartamento, planta de abajo, edificio de la esquina envió Mack telepáticamente al equipo. Adelante Kane... Asegúrate de que esté sola. El sargento mayor está seguro de que la información no puede haber sido obtenida por nadie que no sea otra cosa que un Caminante Fantasma. Esto es una incógnita y podría ser una trampa
Kane se elevó con las manos y pies deslizándose suavemente bajo él, en un movimiento practicado. Corría pegado a la tierra, los músculos calientes y fluidos, enviándolo a través de la distancia del desierto abierto hasta la entrada del callejón que Javier había atravesado. Los olores lo bombardearon, orina y alcohol mezclado con fiambres. Se deslizó en la oscura sombra del callejón e inmediatamente pasó a ser parte de él. Se movió, manteniéndose en silencio y cuchillo en mano, mientras se aproximaba a la calle.
El olor de la muerte era fuerte. Una tenue luz se vertía desde la calle en el callejón. Se agazapó más bajo y cuidadosamente buscó en las sombras más oscuras. Un cuerpo yacía desplomado contra la base del edificio, en la parte más oscura. Kane se agazapó a su lado. Un arma automática estaba todavía en su mano y el cuerpo estaba caliente. Tenía el cuello roto. Javier había encontrado un enemigo y dispuesto de él silenciosamente. No había dispositivos de comunicación lo que quería decir que no era parte de un destacamento e guardia, o Javier se había llevado el dispositivo.
Suspirando, Kane se levantó y camino hasta el mismo borde del callejón donde pudo escudriñar los edificios al otro lado de la calle. Mirar a través de un edificio siempre implicaba un precio. Javier tenía que estar en posición para cubrirle. Esperó, contando los segundos.
Parecía haber hombres con pistolas en cada portal, patrullaban las azoteas y a lo largo de la balconada de la segunda planta. Había un enorme despliegue, y pocas personas se atrevían a salir a las calles. Observó a varios adolescentes en el extremo de la calle más próximo al desierto llevando cuchillos y tratando de parecer duros. Javier era inconfundible. Se pavoneaba con su fría confianza, mostrándoles como se hacía y dando consejos. Parecía imposible que pudiera introducirse en un grupo atento a los extraños, pero Javier siempre se las apañaba… y en campo abierto.
Vía libre, hermano, indicó la tranquila voz de Javier.
Kane no vaciló. Había aprendido a depender de los miembros de su equipo en cualquier situación peligrosa. Permitió que su mirada barriera a través de los edificios, buscando su paquete así como el apartamento de su informante. La visión de rayos X era en realidad sonido. Ondas de radio ultra amplias atravesaban las paredes para captar imágenes que permitían a Kane “ver” detrás de las paredes de un edificio. Kane podía generar aquellas ondas, pero requería energía... montones de energía y enfoque.
Reconoció dos potenciales rehenes, ambos femeninos en el apartamento de la segunda planta directamente frente a él. Parecían estar atadas a sillas, tres metros dentro de la habitación, espalda contra espalda.
El paquete está en el segundo piso, tercer apartamento de la izquierda. Dos mujeres exactamente como dijo nuestra informante. Una está caída sobre la silla, posiblemente inconsciente. La más pequeña está alerta.
Un guarda sentado frente al televisor justo a su izquierda y más allá de la puerta, y fuera en el vestíbulo, un segundo sentado jugando con una consola portátil.
Pasó la información a todos los miembros del equipo, dibujando para ellos un mapa preciso en su cabeza.
No puedo ver la situación de los guardias del tejado, Ethan. Están fuera de mi radio de visión.
No importa. Este era Ethan, conciso y al grano.
Kane barrió el pequeño apartamento de la planta baja buscando a su informante. Necesitaban estar seguros de que ella era legal y esto no era una elaborada trampa para capturar o matar a miembros del escurridizo equipo de Caminantes Fantasma. Hizo un par de profundas respiraciones y apretó los ojos cerrados con fuerza, consciente de los temblores que recorrían su cuerpo. Usar la energía psíquica siempre exigía un precio, pero emitir ondas de sonido y leerlas, era particularmente difícil.
Envió ondas de presión directamente hacia el pequeño apartamento. Había tomado meses de práctica leer las diversas impresiones causadas por las distancias que las ondas de sonido tenían que viajar. Con un efecto ondulado, el sonido viajaba en patrones repetitivos permitiendo que los sensores que el doctor Whitney había creado dentro de su cuerpo detectaran las ondas reflejadas.
Kane pudo ver una mujer sola en el apartamento. Bajita, vestía vaqueros y un top suelto, se movía con velocidad controlada, metiendo cosas en una pequeña mochila. Ella está lista para huir. Algo en la forma en que la mujer se movía le resultaba familiar. El corazón le empezó a latir. El pulso le retumbó en los oídos. No parecía embarazada. Había sospechado que ella estaba embarazada de su hijo antes de la fuga. Había sido imperativo sacarla antes de que Whitney se diera cuenta de que había tenido éxito en su objetivo.
Escuchó el gemido colectivo de su equipo cuando sintieron la sacudida de reconocimiento golpeando dentro de él. Todos se quedaron completamente inmóviles. Pudo saborear la excitación en su boca. Pudo saborear…la. Una vez ella entrara en el aire… se habría ido como el fantasma que era. Pero el bebe...
Mack rompió la tensión.
¿Kane? Háblame.
Es Rose. Mi Rose. Ella es la informadora, Mack, y esta preparándose para huir. Si se aleja de mi otra vez nunca la encontraré.
Kane no apartó los ojos de la figura que se movía por la casa. Sus movimientos eran lentos y controlados, sin desperdiciar movimientos, muy eficiente.
Sabe que estamos aquí, Mack. No puedo dejarla alejarse otra vez.
Estamos aquí para recuperar a las rehenes, le recordó Mack. Tomate un respiro, Kane. No podemos perderla. Gideon está entrando. Ella no lo reconocerá como un Caminante Fantasma. Sabrá que estamos aquí fuera, pero no sospechará de él.
Los Caminantes Fantasma se reconocían unos a otros. Su energía era diferente, pero Gideon era una excepción.
Entrará, sacará nuestra información y plantará un pequeño gusano.
Estoy en ello. No se alejará de nosotros, le aseguró Gideon
Estoy diciéndotelo, ya lo sabe.
Kane no podía apartar la mirada del pequeño apartamento. Su mundo se había estrechado de repente a la mujer que lo eludió durante meses. La había buscado en todas partes, cobrado cada favor y ella había sido imposible de encontrar y ahora…Él estaba en una misión y su equipo contaba con que él se mantuviera completamente centrado.
Maldijo en voz baja mientras ella deslizaba un arnés que encajó perfectamente bajo su hombro, se ataba un cuchillo en el muslo y se metía otro en la bota. Estaba preparándose para una pelea. Se clavó algo en el pelo y añadió más armas a su cinturón. Estaba particularmente impresionado con la forma en que se movía, la eficiencia. La recordaba como una criatura frágil que él debía proteger. Rose era de constitución pequeña, como un pequeño duendecillo. Era extraño ver como manejaba armas con tan tranquila familiaridad. Tenía que ser cuidadoso o la subestimaría. Ella era una Caminante Fantasma… lo mismo que él. Eso quería decir habilidades físicas realzadas. Ella había crecido con entrenamiento militar. Probablemente era tan letal en cada parte de su cuerpo como él lo era, le concedió, más.
Tengo que ser yo, Mack. Ella me conoce. La ayudé a escapar del programa de cría de Whitney. Cada pensamiento sobre el abominable emplazamiento lo enfurecía. Pensar acerca de lo que fue forzado a hacerle a Rose lo enfermaba. Es mi responsabilidad, Mack. Tengo que hacerlo.
Mack juró en voz baja, pero cada uno de ellos, tan conectados telepáticamente como estaban, lo escuchó.
Tenemos una jodida misión aquí, Kane. No la pifies.
Ethan se movió como si fuera un caballo de carreras, esperando en la puerta de salida, corriendo a través de la extensión de arena, todo músculos fluidos, acelerando en silencio por el callejón.
Dame un minuto para situarme en posición de cubrirte.
Kane dio un paso atrás para darle a Ethan espacio para pasarlo. Ethan le disparó una amplia sonrisa y salió a la calle, una sombra borrosa deslizándose más allá de las luces. Un guardia giró la cabeza hacia Ethan y Kane cambió el cuchillo a posición de lanzamiento, pero el guarda se giró, obviamente incapaz de rastrear la sombra mientras trepaba por el lateral del edificio del otro lado frente al callejón. Ethan era casi imposible de ver sin visión nocturna, armonizándose en el lateral del edificio, trepando como una araña mientras subía en un ángulo imposible sin equipo de escalada.
Kane aguantó la respiración, escudriñando cuidadosamente el área para que nadie pudiera pillar a Ethan y sabiendo que Javier estaba haciendo lo mismo. Pareció pasar toda una vida esperando la confirmación de que lo había hecho. Kane podía oír su propio corazón latiendo en los oídos. En algún lugar un perro ladró. Alguien tosió y un hombre maldijo. Estallaron risotadas. Todo mientras él ejercitaba una tremenda disciplina para evitar mirar al apartamento donde se estaba preparando para huir la mujer que había estado buscando durante meses.
Un hombre en el tejado. Tiene una botella de tequila y una automática. Gran combinación. El desagrado de Ethan era obvio.
Más tiempo desperdiciado. Rosa habría empacado ya. Ella viajaría ligera. Sólo las necesidades básicas. Kane saboreó la amargura en su boca, pero sus ojos siguieron un barrido arriba y debajo de los edificios y a lo largo de la calle. Su primer orden de prioridad era proteger a Ethan.
Todo despejado. La voz de Ethan estaba calmada. Lanza al Águila
Gideon corrió rápidamente a través de la arena hasta el borde del edificio y luego en el callejón. Palmeó a Kane en el hombro, deteniéndose para evaluar las oscuras calles. Se movían figuras en las puertas de entrada y dos hombres se pararon brevemente para hablar en voz baja mientras patrullaban. Una pareja de mujeres se sentaban en un portal, observando silenciosamente, y abajo, al final de la calle, cinco adolescentes reían y se empujaban unos a otros mientras practicaban el lanzamiento de cuchillo.
Gideon se puso en velocidad borrosa y cruzó la vacía calle hasta el lateral de edificio. No tenía la ventaja de Ethan, trepar con solo manos y pies, pero Ethan había dejado tras él una escalera hecha de estrellas arrojadizas. Gideon se movía rápido en la oscuridad, su rifle de francotirador sujeto contra la espalda mientras subía la pared del edificio.
Todos soltaron un suspiro de alivio cuando Gideon estuvo en su sitio. Simplemente el hombre no fallaba. Todos lo llamaban el Águila por una razón. Gideon cubriría las calles y ventanas, mientras Ethan y Mack entrarían en el edificio y sacarían a las prisioneras. Kane los cubriría desde dentro y Javier estaría en la calle. Todos ellos eran rápidos y letales cuando debían serlo, pero en una situación como aquella, era muy difícil distinguir entre residentes, y aquellos que cooperaban con el enemigo, a menos que llevaran armas abiertamente.
Tienes vía libre, dijo. Te cubrimos.
Todo se asentó en Kane. Volvió su atención una vez más al apartamento de Rose, lo recorrió cuidadosamente, enviando ondas de sonido a través del edificio para ver dentro. Estaba de pie en la puerta delantera y tenía un arma en la mano.
Él hizo una respiración profunda para tranquilizarse mientras su cuerpo reaccionaba a los sensores procesando las imágenes antes de retroceder por el callejón para correr alrededor de los edificios y salir al bloque de ella desde el mismo lado de la calle. Mack se le unió, manteniendo fácilmente el mismo paso.
Te necesitamos en esto, Kane.
Kane le disparó una rápida mirada de impaciencia.
Nunca te dejaré tirado. Dame unos pocos minutos para prepararla para que se una a nosotros.
Mack asintió y se agazapó en la sombra del edificio.
¿Gideon? En posición. Kane esta entrando. Ella está armada.
¡No le dispares! Mack, hijo de puta. Mejor que nadie le dispare.
Había una advertencia en la voz de Kane. Él era un hombre peligroso y explosivo, capaz de una rápida retribución. Habían crecido con él. Lo conocían. Su tono lo decía todo. Esperaba que se hicieran atrás y la permitieran manejar a Rose, incluso si ella intentaba matarlo, lo cual, se imaginaba, era totalmente posible.
Kane hizo una profunda inspiración y se movió hacia la ventana abierta a través de un pequeño patio lateral. Pudo ver por que Rose eligió este apartamento. Tenía rutas alternativas de escape. No cometió el error de acercarse a la ventana. Rose era una Caminante Fantasma altamente entrenada. Tenía técnicas de supervivencia. Estaba esperándolo a través de la puerta principal, un representante de la unidad que había llamado para rescatar a las importantes prisioneras que el cartel de la droga estaba utilizando como rehenes contra El Presidente. Le tomó varios minutos notar los pequeños fragmentos de cristal esparcidos en la tierra y las hojas. Despejó el arma meticulosamente, sabiendo que el sonido del cristal rompiéndose la alertaría al instante. Como muchos de los Caminantes Fantasma, su audición estaba realzada tanto como su visión. Su ventana no estaría clavada porque ella necesitaba una salida rápida, pero la tendría equipada para los visitantes. Se abría de lado, en lugar de hacia arriba, un tirador de giro en el interior.
Chica lista, musitó en silencio. Sacó un mini cortador láser de su kit de herramientas y, después de acoplar la copa de succión, cortó cuidadosamente el cristal. La copa de succión era silenciosa, sacando el círculo de cristal sin ruido. Lo estiró y lentamente engrasó el pomo para asegurar que continuara en silencio. Sólo entonces hizo girar el pomo lo suficiente para forzar la ventana. Diminutas piezas de cristal se aferraron a los bordes del alfeizar mientras la ventana se abría lentamente.
Kane se sonrió. Sí. Su mujer sabía como cuidar de si misma. Estiró la mano a través de la abertura, evitando el cristal y abriéndola lo bastante amplia para permitirle entrar. Otra vez esperó hasta que encontró el pequeño gatillo estroboscópico, antes de deslizar cuidadosamente su gran cuerpo a través del hueco. No fue una hazaña fácil, no con el cristal sobresaliendo.
Y dio un silencioso paso sobre el suelo, protegido por el sonido de lentos y deliberados pasos llegando desde el camino de acceso a la puerta del apartamento. Amortiguó su propio paso, moviéndose a través de la sobria habitación, para abrir la puerta principal. Una pequeña mochila estaba en una silla justo a su izquierda donde ella podía agarrarla y podría correr si la persona equivocada cruzaba la puerta. Rose le daba la espalda. Era más baja de lo que recordaba. Su silueta, desde atrás, no parecía de embarazada. El corazón le dio un golpe sordo ante la idea de que ella pudiera haber perdido el bebe.
Vestía vaqueros y una tunica larga encima. El cabello era corto y fresco. Una tupida gorra de cabello negro medianoche brillante. El recuerdo de sentirlo, suave como la seda, arremolinado en su puño, deslizándose sobre él, quitándole la respiración. Durante un segundo, el verla lo hizo temblar.
Inhaló profundamente en un intento de arrastrar la fragancia de ella a sus pulmones. En realidad podía sentir su suave piel deslizándose contra la suya propia, saborearla en la boca. Rose. Nunca olvidaría la forma en que ella lo miraba con sus enormes ojos, de un marrón tan oscuro que no había oro que se reflejara en ellos. Pestañas largas y negras como la noche enmarcaban aquellos ojos de un profundo color chocolate, y ella lo había mirado fijamente a los ojos sin inmutarse, absolviéndolo de toda culpa, pero maldito fuera todo, ella no tuvo elección. Ninguna.
Kane hizo otra inspiración mientras empujaba los recuerdos despiadadamente. Era un hombre grande, haciéndola parecer pequeña, todo músculos fluidos, la altura proporcionada con el peso y ni un gramo de grasa. Apareció sobre ella, nada más que una sombra, los brazos la rodearon desde atrás para sujetar su arma y en un suave movimiento, la lanzó en el roto sofá. Ella intentó darse la vuelta, ir a golpearle en el empeine, pero los brazos de él eran una jaula de acero, atrapándola. Colocó las manos sobre su abdomen y sorprendentemente, ella estaba redonda como una pelota de baloncesto. El corazón, después de un fuerte salto, recobró un ritmo satisfecho.
—Ssh Rose —dijo con suavidad, intentando insuflarle calma. La respiración de ella era irregular—. Hay un arma apuntada sobre ti. No saques ninguna otra arma. Sólo quédate quieta. —Bajo la palma de la mano, sentía el pequeño vientre redondeado y un peculiar empujón como si el bebe lo pateara, intentando proteger a su madre. El puro orgullo y la satisfacción de que ella llevara a su bebe lo sorprendieron un poco—. Nadie va a herirte. —Y ellos no lo harían, nunca jamás. Ella llevaba a su bebe, y nada más importaba, el niño siempre los conectaría.
Rose se quedó inmóvil. No giró la cabeza, pero continuaba tensa, las manos agarrando las muñecas de él como para alejarlas de la ligera hinchazón de su vientre.
— ¿Kane?
Sintió como la tensión se enroscaba, no rígida y tensa, sino el anillo de una serpiente a punto de atacar.
—Estoy aquí, cariño. Nadie quiere herirte. Solo sigue inmóvil y arreglaremos esto sin que nadie salga herido.
—No voy a volver. Él no puede tener a mi bebe.
La declaración fue pronunciada con voz tranquila, pero él la creyó. Rose podría parecer un pequeño duende oriental, pero tenía una columna de acero. Había frustrado a Whitney cada vez que había enviado un hombre a preñarla. Había luchado hasta que ellos temieron que podrían matarla, y era una luchadora despiadada. Más de un hombre había estado en la enfermería después de un asalto con ella
—Nuestro bebe —le corrigió él y la certeza de aquello se llevó parte de los nudos de sus tripas—. ¿Quieres decirme por qué no pareces embarazada? ¿Cómo haces eso?
—No es como si no tuviera mis propias habilidades. Puedo camuflarme cuando necesito hacerlo. Os sentí a todos vosotros en el minuto en que estuvisteis cerca. Whitney no va a tener a mi bebe. Aún no sabe con seguridad que estaba embarazada y lo estoy manteniendo de esa manera.
Le disparó una fría advertencia desde sus oscuros ojos.
—Whitney no me envió tras de ti. No acepto órdenes de él. Informamos de sus experimentos y ha pasado a la clandestinidad. He estado buscándote desde que desapareciste.
Ella había empezado a relajarse, pero se tensó de nuevo con sus palabras.