-Todos se han vuelto locos -anunció MaryAnn, sentándose y presionando los dedos contra sus ojos-. Completamente locos. Traté de que Manolito entrara en razón, pero no sirve de nada. Han desafiado Zacarías y no hay quien los pare. -Levantó la cabeza y le dirigió a Marguarita un ceño burlón-. Nunca deberías haber puesto a tu hombre sobre el lomo de un caballo. No tienes idea de lo que has hecho.
-¿Cómo de malo puede ser? -preguntó Juliette, yendo a la ventana para asomarse-. Quiero decir, ¿qué van a hacer? ¿Poner Zacarías en el peor de los caballos del establo? -Miró con inquietud a Marguarita-. ¿Cómo de bien puede montar? No quiero que golpee a Riordan con un relámpago porque le jueguen una mala pasada. No lo haría, ¿verdad?
Marguarita se encogió de hombros con una pequeña sonrisa. Él es muy capaz.
-Genial –Lara se apresuró hacia la ventana-. Cárpatos fritos, todo por un pequeña travesura infantil.
-Oh -dijo Mary Ann, estudiando sus uñas perfectamente limadas-, es mucho peor que eso. No queréis saber lo que esos chicos están tramando.
Colby se retiró el cabello rojo por encima del hombro.
-Si se trata de mis caballos sí. que hago. ¿Van a correr? Tienes esa mirada en tu cara, MaryAnn. Ahora la conozco muy bien. Crees que son horribles, pero divertidos.
Juliette apretó la cara contra el cristal.
-Siempre son terribles y divertidos, sobre todo cuando se reúnen así y ahora que Zacarías ha encontrado a Marguarita, están obligados a ser peores que nunca. -Frunció el ceño mientras trataba de distinguir lo que pasaba en los establos-. No puedo ver nada desde este ángulo. -Se dio la vuelta, con las manos en las caderas-. Ríndete, MaryAnn. ¿Qué es exactamente lo que están tramando?
-Están planeando una justa.
La sala quedó en silencio. Marguarita no estaba segura de haber oído bien. ¿Una justa? ¿Qué es una justa? Quiero decir, sé lo que es una justa, pero ¿cómo…
-¿A caballo? –preguntó Colby, frunciéndole el ceño a MaryAnn-. ¿Con mis caballos?
-¿Hay algún otro tipo de justa? -preguntó MaryAnn, soplándose las uñas.
Hubo otro silencio mientras todas las mujeres miraban con horror a MaryAnn. Ella estalló en carcajadas.
-Eh, no todos me pertenecen a mí. Y no parezcáis tan sorprendidas. Todos ellos son positivamente medievales y cuando se juntan, son como niños, cada uno tratando de superar al otro. No puedo hacer nada con ellos.
-Eres consejera, MaryAnn -señaló Juliette-. Haz algo.
Marguarita se dirigió a la puerta. Si los hermanos realmente iba a celebrar una justa, quería verlo.
¿Justas medievales, con esas largas lanzas y derribándose unos a otros de los caballos? ¿Ese tipo de justas?-
Creo que esa es su intención -dijo MaryAnn.
-No con mis caballos -dijo Colby-. Voy a matar a Rafael. En serio, Zacarías no tendrá que hacerlo.
-Realmente tenemos que trabajar en tus tendencias violentas hacia tu compañero, Colby - señaló Mary Ann, levantándose lentamente de la silla. Como siempre, tenía un aspecto de figurín-. Me parece que has estado a punto de matarle bastantes veces.
Colby suspiró.
-Últimamente me está volviendo loco.
Juliette frunció el ceño.
-Noté que te rondaba más que de costumbre.
Lara se dio la vuelta y miró a Colby a cerca.
-Tampoco ha querido que montes. -Ella se sonrojó cuando Colby levantó una ceja-. Lo siento, estaba en los establos cuando le oí decirte que no. Es tan mandón, pero tú siempre montas sin importarte que te escupa órdenes. Pero no lo hiciste. ¿Qué está pasando, Colby?
Marguarita se giró con la mano en el picaporte y el corazón saltando. Hubo el mismo silencio mismo de antes, la pausa embarazada lo decía todo.
¿Qué pasa, sivamet? Zacarías estuvo allí al instante, calmándola.
Ella sabía que él permanecía completamente conectado a ella. Sin ella firmemente en su mente, los colores se apagaban o desaparecían, perdía las emociones, incluso el amor por sus hermanos. Pasar tiempo con ellos era importante para todos ellos, especialmente para Zacarías. Necesitaba recordar el profundo afecto que sentía por ellos. Sus hermanos sabían cómo jugar, por lo menos con sus compañeras y con los demás. Zacarías necesitaba eso.
¿Colby está embarazada? ¿Y tú crees que no vamos a tener hijos porque no los puedo amar sin ti?
Esa caricia de terciopelo se deslizó sobre su piel, penetró en su cuerpo. El calor se extendió. Marguarita juró que podía sentir los brazos de Zacarías a su alrededor. Le avergonzaba que él pudiera leer sus miedos. Su secreto deseo era que un día, no ahora, sino un día, ella podría tener un hijo y su esposo elegido querría sostener a sus hijos cerca de él.
Inmediatamente los recuerdos se deslizaron en su mente. El padre de Zacarías, tan grande, tan guapo, tan intimidante, como Zacarías, riendo mientras levantaba a su hijo en el aire. Los dos corriendo juntos por el bosque. Los primeros intentos de cambiar de forma, su padre cogiéndole y quitándole el polvo cuando no pudo cambiar justo antes de golpear un objeto sólido. Recuerdo tras recuerdo compartido de un hombre que obviamente amaba a sus hijos.
Sentiré un profundo amor por mis hijos, mića emni kuŋenak minan, mi hermosa y pequeña lunática. No te preocupes, proporcionaré lo que sea necesario para tu felicidad.
¿De verdad vas a participar en una justa?
La risa se deslizó en su mente. Mi plan es hacer trampa si conspiran contra mí.
Marguarita salió de la casa y fue a los establos, notando que las otras mujeres colocaban a Colby en el centro mientras cruzaban el campo abierto. Ella era parte de eso, de la hermandad. La habían acogido tan rápidamente, agradecida de que hubiera salvado a Zacarías, y traído casa con sus hermanos.
Las mujeres empezaron a reírse sin control. Marguarita alzó la vista para ver a Zacarías con armadura completa sobre su caballo, también con armadura. Sus cuatro hermanos estaban vestidos igual a una buena distancia de él.
-Ni se te ocurra, Rafael -gritó Colby cuando él espoleó a su caballo hacia adelante.
Zacarías hizo lo mismo y se dirigieron uno contra el otro. Las mujeres se miraron entre sí con las manos juntas, Juliette y Colby agarrando las de Marguarita. Ella sintió la ráfaga de poder y de repente los dos hombres estaban sentados en el suelo y sus caballos corriendo sin jinetes.
La risa brotó. Marguarita nunca había visto nada más divertido que Zacarías luchando por levantarse con esa tonta armadura. Él pertenecía igual que ella.
Mientras estés conmigo, Marguarita. Estoy en casa en cualquier lugar.