Con la última caida de la página se perdió el mensaje asi que la vuelvo a colgar por si alguien quiere leerla
CUCHILLOS Y FUNDAS
La versión original de este relato estaba destinada a ser una escena de la TORMENTA DEL ARCANGEL, pero la borré y la información que se comparte aquí sobre Lijuan se convirtió en parte del capítulo 8 del libro.
Sin embargo, me pareció que la escena ofrece una buena visión de la relación de Elena y Rafael, así que decidí modificar y ampliarla para que fuera una historia corta. ¡Espero que la disfrutéis!Colgando el teléfono después de conseguir algunos detalles más de Jason sobre la situación, Rafael volvió a donde estaba su consorte, al otro lado de la oficina privada adjunta a su suite de la Torre. Estaba deslizando cuchillos en las vainas especiales del antebrazo que usaba para sus cuchillos más ligeros, con el ceño fruncido.
—Maldita sea. –Pura agravio—. Necesito cambiar estos, este lado está amenazando con romperse.
—Deacon no haría un trabajo de tan mala calidad —murmuró, nombrando al fabricante de armas tan respetado que recibía pedidos de los inmortales de todo el mundo, la lista de espera se extendía a años. Sin embargo, a pesar de los incentivos que le ofrecían, la primera lealtad de Deacon era el gremio de los cazadores del que había sido miembro una vez.
Elena se ruborizó.
—Estoy demasiado avergonzada para pedirle que me haga nuevos. Compré éstos como capricho a un fabricante de armas en Turquía. Siento que engañé a Deacon. –Arrancándolas tiró las vainas a la cama y se puso las manos en las caderas—. Entonces, ¿Lijuan anda tramando sus viejos trucos?
—No es tan sorprendente, se cree más allá incluso de la Cátedra. –Una vez Rafael había pensado bien de Lijuan, pero ahora que la había visto herida, sabía que la otra arcángel podía ser detenida.
Elena estiró las manso para rehacer la trenza con rápidos y competentes manos, una tenía una herida de cuchillo en proceso de sanación que había sufrido durante una sesión de entrenamiento. Habría desaparecido en unas dos horas, su fuerza crecía a un ritmo inesperado, pero claro, su consorte nunca jamás había hecho lo que se esperaba.
—Se podría pensar después de ver los resultados de la última vez, que nadie se ofrecería voluntario para ser renacido —dijo Elena, con los ojos llenos de recuerdos de la horrible noche en la Ciudad Prohibida, cuando una mujer muerta había vuelto tambaleante a la vida delante de ellos—. No tiene que obligarlos… —Una sacudida de cabeza—. No, la mayor parte de su gente la trata como a una diosa, así que puedo creer que se sacrificarían por su visión, aún sabiendo el horror. Posiblemente podría construir un ejército.
—Sí. –Era un futuro que no podía permitirse que sucediera, los renacidos de Lijuan eran una plaga—. La información de Jason dice que sólo crea uno o dos cada vez antes de ejecutar a sus creaciones, pero no podemos dejar de controlarla.
Con la trenza hecha, Elena recogió las fundas inferiores y las tiró a la basura, poniendo los cuchillos para lanzar sobre una mesa con la mirada triste de una mujer que se separaba de la más preciosa de las joyas.
—No, y no sólo por los renacidos, Lijuan no va a estar satisfecha hasta que estés muerto. —Sus iris brillaban con ese tono plateado metálica alrededor de los bordes, la inmortalidad ya había tomado un asimiento más fuerte sobre ella en los meses anteriores—. Y yo no estaré satisfecha hasta que esa bruja esté hirviendo en su propia sangre.
Rafael enarcó una ceja.
—Diría que ha estado pasando demasiado tiempo con Dmitri.
—No, eso es todo mío —dijo con una sonrisa que fue una hoja a su corazón, cortando de manera profunda—. Trató de herirte y seguirá intentándolo porque sabe que tienes el potencial de destruirla. No tengo la intención de sentarme y permitírselo, arcángel o no.
Una guerrera, pensó él desplegando las alas, eso era a quien había tomado como su consorte.
—Si me lo permites –dijo—, me gustaría ayudarte en la tarea. A Lijuan no se le puede permitir que cubra el mundo con sus perversiones.
El rostro de su consorte se disolvió en risas antes de componer una expresión adecuadamente altanera.
—Lo permito. –Cruzando la habitación para reunirse con él donde estaba de espaldas al ventanal que daba a la torres de acero de Manhattan, pasó los dedos por la superficie interior de su ala izquierda—. Tus alas… los filamentos de oro no son como antes. Es como si cada uno hubiera sido recubierto con cristal finamente triturado, hasta que brilla como una llama viva. –Que le encontrara hermoso fue un beso no dicho.
—Es un momento de evolución. Ahora tenemos que esperar y ver si otro Lijuan nace entre la Cátedra. –Rozó con un dedo el arco del ala de Elena y sintió su estremecimiento de respuesta.
—Basta de hablar de su Gran Maldad y sus nefastas conspiraciones. –Envolviendo los brazos alrededor de su cuello, vestida con cuero negro y armada hasta los dientes, pero con los antebrazos desnudos, dijo—: Bésame, Arcángel.
No soy más que tu esclavo. Atrapó su risa en la boca, la sintió en sus venas, la pasión entre ellos una llama ardiente.
El pulso atronaba cuando se separaron, ella abrió los labios húmedos para decir:
—Eres letal.
Él sonrió y supo que contenía la arrogancia del moral poder, era quien era, lo que tenía que ser para gobernar. Pero su consorte no era una mujer que se asustara con una cosa así, y pidió otro beso antes de dar un paso atrás con las mejillas enrojecidas y la respiración entrecortada.
—No fundas mis huesos. Tengo que ir tras el culo de tres vampiros bebé y devolverlos a su ángel.
—Noto una nota de disgusto.
—Soy una de las cazadoras más experimentadas de la ciudad, y Sara me pone de niñera, creería que era una conspiración, pero resulta que a todo un grupo de vampiros jóvenes se les metió en la cabeza que necesitaban “rebelarse contra la jerarquía”. –Un resoplido—. Ransom tiene a dos en su lista de hoy, y Ashwini a tres.
—Es asombroso —dijo Rafael, moviéndose hacia su ancho escritorio—, como la gente no encuentra tal causa hasta después de que han sido Convertidos. —El atractivo de la casi—inmortalidad era una droga, pero la realidad era cien años de servidumbre a los ángeles, y esa realidad podía tener un sabor amargo.
—El remordimiento del comprador no niega el contrato. —Se frotó distraídamente los antebrazos—. Estaré de vuelta en tres horas máximo, ya que ninguno de mis objetivos parecen ser genios. ¿Tienes tiempo para entrenar conmigo? Con Dmitri, Veneno y Jason fuera, estoy perdiendo tiempo de práctica.
—Tengo que reunirme con Nazarach —dijo, hablando de uno de los ángeles poderosos de su territorio—, pero Janvier se ha establecido y debería tener algo de tiempo, así que habla con él cuando regreses. —Según Dmitri, el vampiro más joven era el luchador callejero más sucio que el líder de los Siete de Rafael había conocido jamás. Podría ayudar a Elena a aumentar su arsenal de trucos, darle más herramientas para sobrevivir en el mundo inmortal. Ven aquí, Consorte.
Lanzándole una mirada maliciosa, Elena fue hacia allí.
—¿Llamaste?
Rafael abrió la caja pequeña colocada sobre su escritorio y sacó dos fundas de cuchillos suaves como la mantequilla destinadas a sus antebrazos.
—No puedo tenerte ahí fuera en el mundo sin tus cuchillos.
—¡Rafael! —Recogiendo sus regalos, hizo los sonidos femeninos de placer que él por lo general sólo oía cuando yacía resbaladiza de sudor y desnuda en su cama—. Esto es obra de Deacon. Oooh, se sienten... –Abriendo las hebillas, deslizó los cuchillos y se estremeció.
—Cuidado, Elena. Puedo decidir que disfrutas de esas vainas demasiado.
Sonriendo, giró y sacó los cuchillos con un movimiento rápido, comprobando la posición y la rigidez.
—Dios, Deacon tiene talento. –Volvió a enfundar los cuchillos un segundo más tarde, y giró a sus brazos, con la gracia de un luchador ágil, su sonrisa se convirtió en una emoción intensa y tan cruda que fue como nubes de tormenta en sus iris.
—Me conoces. –Elena le rozó la mejilla con los dedos—. Me ves. Gracias.
Él la acercó a su cuerpo, sus armas eran bordes duros contra él.
—Eres extraordinaria. —Y mi consorte. Mía para conocer, mía para ver.
Con los labios curvándose, aunque sin disminuir la intensidad, Elena se puso de puntillas y le susurró:
—Knhebek, Arcángel –la emoción en su interior era salvaje y viva mientras pronunciaba palabras de amor en el lenguaje que significaba mucho para ella. Knhebek.
