—Tenemos un problema.
Acheron se congeló cuando Urian se materializó directamente frente a él. Gracias a los dioses que se había puesto la parte inferior del pijama antes de venir a la cocina para conseguirle a su esposa una tarrina del helado Chunky Monkey que se le había antojado. Sino Urian ahora estaría ahora ciego y él incluso más jodido por la interrupción.
—¿Te criaron en un granero?
Un ruidoso golpe sonó en la puerta de atrás.
Acheron puso los ojos en blanco ante el sarcasmo de Urian cuando era obvio que había lanzado el sonido como un “jódete” hacia él. Por suerte para ti, acabo de tener un fantástico sexo con mi esposa que me pone en tan feliz lugar que ni siguiera tus gilipolleces pueden molestarme. De otra manera, Urian habría sido una mancha llameante en la pared.
—¿Qué ocurre?
—Dev no le da al crack.
Acheron lamió el dorso de la cuchara antes de dejarla en el fregadero.
—Nunca pensé que le diera… a la quetamina, quizás, pero nunca al crack. ¿Por qué lo dices?
Urian observó como Ash devolvía la tarrina del helado al congelador.
—Acabo de venir de charlar con uno de mis viejos amigos. —Un término que Urian reservaba para describir a uno de los Daimons que todavía servían a su padre. En una ocasión, Urian había sido la mano derecha de Stryker. Pero eso había sido antes de que Stryker hubiese asesinado a sangre fría a la esposa de Urian y le cortara a él el cuello, dejándolo entonces por muerto. Y pensándolo bien, Urian era tal jodido bastardo que guardaba un enorme resentimiento contra su padre por ello.
Sí…
A Stryker le faltaban unas cuantas tuercas.
—Me dijo que los Daimons son capaces de tomar en sus cuerpos el alma de los demonios gallu y que Stryker está convirtiendo a su armada con su sangre.
Acheron se congeló ante esas palabras. Los poderes de los sumerios gallu eran intensos. El mal definitivo, uno de ellos en el cuerpo de un Daimon sería un arma infernal. Más que eso, los mordiscos de los gallu convertían a las víctimas en abejas descerebradas. Uno podía convertir a miles.
Mierda. Un Daimon ahora sería capaz de hacer más de su tipo.
Ash podía tumbar a uno sin sudar una sola gota, pero un Dark Hunter normal…
Eso sería realmente sangriento. Si no fatal.
—¿Qué es lo que está planeando Stryker? —le preguntó a Urian.
Le dedicó a Ash una mirada que le hacía dudar de su funcionamiento mental.
—Lo que quiere siempre. Matar a mi abuelo y subyugar a los humanos.
Ash volvió a la expresión de “¿no me digas?”
—No pregunto la meta, Urian. Eso ya lo sabía. Lo que necesito es la estrategia. ¿Por qué está convirtiendo a su gente?
El teléfono de Ash sonó. Empezó a ignorarlo hasta que vio que era de Ethon.
¿Ahora qué?
Suspirando, miró el cuenco de helado derritiéndose sobre el mostrador. Tory odiaba la sopa de helado. Él lo congeló de nuevo, entonces lo envió escaleras arriba a donde ella lo esperaba en la cama mientras respondía a la llamada. Buena cosa que su esposa estuviese acostumbrada a sus rarezas y entendería el porqué no se lo entregaba él mismo.
Sin embargo eso no evitaba el hecho de que quisiera lloriquear por la interrupción de lo que había planeado hacer con el helado y su esposa…
Algunos días su trabajo realmente apestaba. ¿Por qué no podía la humanidad limpiar detrás de sí mismos?
Desagradecidos bastardos.
Abrió el teléfono de golpe.
—Nick está trabajando con los Daimons —dijo Ethon sin preámbulos.
—Encantado de oírte también, Espartano. ¿Te importa decirme por qué crees eso?
—Porque el pequeño mierda intentó secuestrar a Sam del Santuario. Estaba allí en toda su gloria, ofreciéndola a nuestros enemigos. —Ethon continuó hablando después de eso, pero Acheron no oyó ni una sola palabra de ello.
En su lugar vio imágenes en su cabeza que no podía ubicar. Algo estaba profundamente mal en todo aquel panorama. Él sabía que estaba vinculado por sangre a Stryker, pero Nick había estado luchando contra ese vínculo…
¿Había sucedido algo para ponerle de nuevo bajo las órdenes de Stryker?
No. De ninguna manera. Nick era demasiado obstinado para ello. Ni siquiera Ash podía controlarle.
Colgó el teléfono y se encontró con la curiosa mirada de Urian.
—Ve al Club Charonte y monta guardia sobre Dev y Sam. Algo viene a por ella, no me importa quien o qué, protégela.
—Vale. ¿Qué está pasando?
—Solo hazlo. —Ash no se justificaba a sí mismo ante otros. Nunca. Honestamente no tenía idea de por qué Stryker querría a Sam, pero cualquiera que fuera la razón tendría que ser diabólica. Stryker no se movía sin propósito y precisión. Y ya que las acciones de Stryker afectaban directamente a Ash, no podía utilizar sus poderes para ver que demonios estaba haciendo el bastardo.
Urian se desvaneció.
Ash convocó a su Charonte protector, quien actualmente residía sobre el bíceps en la forma del tatuaje de un dragón. Simi se despegó a sí misma para tomar forma humana frente a él. Aparentando alrededor de los diecinueve, era un poco más baja de uno ochenta y cinco aunque ella podía escoger la altura que quisiera. Su largo pelo negro con una raya roja en el frente hacía juego con la suya y estaba vestida con una falda corta de tela escocesa, botas altas de motorista, y un corsé de cuero negro.
Ella sonrió mostrando un par de brillantes colmillos.
—Hola, akri. ¿Vamos a ver ahora la película con Akra-Tory, Marissa y N.J.? La Simi quiere ver ese enorme hombre ogro verde porque le recuerda a su tío…
—Todavía no —Odiaba interrumpir su torrente de palabras, pero algunas veces Simi tenía tendencia a divagar eternamente. Lo cual le encantaba, era realmente divertido como el infierno, pero ahora mismo tenían que mantenerse centrados—. Necesito un favor, Sim.
Sus ojos se iluminaron mientras se frotaba las manos con excitación.
—¿Me comeré algo que no te gusta? ¿Puedo comerme por fin a la diosa zorra? ¡Estará sabrosa con la salsa correcta! Saqué la amarga de su menú —sonrió ampliamente.
Ash rió antes de besarla en la frente.
—Absolutamente no. Quiero que vayas arriba y cuides de Tory por mí.
Simi jadeó.
—¿Akra-Tory está bien? Nuestro bebé no está herido, ¿verdad?
Cuando le dijo por primera vez a Simi que Tory estaba embarazada, había estado aterrado de que Simi se pusiera celosa ya que ella era técnicamente su bebé y lo había sido durante once mil años. En su lugar, se había emocionado tanto por ello, como lo estaban ellos, y ahora se proclamaba en parte propietaria.