Al caer la noche habían viajado más de ocho horas, el culo de Lily estaba dolorido y sus muslos acalambrados. Ya había tenido suficiente y oró en cada pueblo que pasaron por que éste fuera el que MMM escogiera para detenerse.

Gritó sorprendida ante la ráfaga de aire frío cuando la puerta de la ducha se abrió. Se le cayó la mandíbula cuando un MMM desnudo entró.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó.
—Ducharme.
Ella arqueó una ceja, negándose a parecer conmocionada.
—No podrías esperar hasta que yo terminara.
Él sonrió abiertamente.
—Podría. No quiero.
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