Los helados ojos negros de **** parecían arden pero los rasgos rudos permanecían impasibles. Se movió entonces, se deslizó, un ondelo de músculos y tendones, no más. Ella parpadeó y estaba a su lado, acorralándola, inclinándose para borrar el delgado rastro de sangre de la comisura de su boca con el roce de su pulgar. El corazón le saltó ante su toque. Su cuerpo realmente ansiaba el de él. Era endemoniadamente enloquecedor y **** quería acabar con ello. Reconoció que él sería sexualmente dominante. Estaba impreso en su misma sangre y huesos. Lo exigiría todo de su mujer, la poseería, hasta que no hubiera vuelta atrás... para siempre. Y odiaba ser tan susceptible a su oscura sensualidad cuando se enorgullecía de sí misma por su independencia.
Esta es difícil!!!! :emot013: