Fue un pequeño sonido lo que le alertó, y solo eso le indicó lo lejos que ya había llegado. Debería haber sentido la presencia de ella inmediatamente. Había vuelto por él, había vuelto para ayudarle. Miró hacia ella, sus ojos negros se movieron sobre esa cara ávidamente. Resplandeciendo con urgente necesidad. Llamas rojas titilando. La posesión estaba estampada allí.
- ¿Qué eres?
La suave voz de la mujer le trajo de vuelta a la realidad de lo que estaba haciendo. Ella jadeó con sorpresa. Estaba a pocos pies de él, mirándole con ojos grandes y misteriosos.
- ¿Qué eres? - Lo preguntó de nuevo, y esta vez la nota de miedo se registró profundamente en el corazón del hombre.