Si sumamos la media docena de chicos y la media docena de chicas, el resultado es un montón de lobos. Esperaron pacientemente mientras le ponía el ungüento a Fix, luego a Meryl y finalmente a mí mismo. Rebañé bien el tarro y resoplé. Cogí el revólver y me lo puse al cinto en lugar de llevarlo colgado del hombro y deseé que la lluvia y mi guardapolvos lo ocultaran. Después saqué el pentáculo para que luciera sobre mi camiseta, tomé el báculo, deslicé mi varita entre las asas de la bolsa de médico y la cogí del suelo. Acomodé las cosas en torno a mí hasta que pude asir comodamente la piedra gris en mi mano, y me percaté de lo ingeniosa que fue Elaine al diseñar el pequeño focus mágico.
Apenas habíamos empezado a avanzar, cuando todos los lobos se giraron a la vez escudriñando hacia la oscuridad. Uno de ellos, creo que era Billy, soltó un ladrido y todos se dispersaron, dejándonos a mí, a Meryl y a Fix allí solos bajo la lluvia.
--¿Q-qué? --tartamudeó Fix-- ¿que ocurre? ¿Dónde fueron?
--Deben de haber oído algo --dijo Meryl. Quien retrocedió hasta la furgoneta y regresó con un machete y una hacha para madera.
Fix se ajustó la pesada chaqueta vaquera, que había sido reforzada con capas de algo que sonaba a metálico al moverse.
--¿Qué, entonces nada de cotas de malla? --pregunte.
--Es lo mejor que pude preparar con tan poco aviso --contestó en tono de excusa--. Aunque es acero. Hará más difícil que le inquen el diente. --Luego fue a la parte trasera de la furgoneta y sacó una voluminosa caja de herramientas que parecía muy pesada. Se la echó al hombro, como si fuera algo de lo más natural, y se relamió los labios--. ¿Qué hacemos ahora?
Comprobé la piedra... todavía señalaba hacia el lago.
--Avancemos. Si hay algo por ahi fuera, Bill nos lo hará saber.
Fix tragó saliva; su encrespado pelo blanco se iba apelmazando sobre su cabeza por la lluvia...
--¿Estás seguro?
--Permanece cerca de mí, Fix --dijo Meryl--. ¿Como vamos a ir por ahí, Dresden? Hay una valla; y seguramente también vigilancia.
No tenía ni idea, pero no quería decirlo. En vez de ello me encaminé hacia el portón más próximo...
--Vamos.
Nos acercamos a la entrada y la encontramos abierta. Una cadena quebrada colgaba de un borde, y había algunos eslabones rotos tirados en el suelo. Tenían los bordes deformados, no cortados, y cuando los tocaban las gotas de lluvia soltaban vapor acompañado de un pequeño siseo.
--Rotos --comente--. Y no hace mucho. Esta lluvia enfriaría rápido el metal.
--Aunque quizá no por un hada --obsevó quedamente Meryl--. No se acercarían a una alambrada como esta.
--Bobadas. --Fix sorbió por la nariz --. Habría sido mucho más práctico usar unos simples cortadores de cerrojos en vez de quebrantar una buena cadena.
--Cierto. Pueden ser así de irracionales --asentí. La piedra señalaba hacia uno de los largos embarcaderos que penetraban en el lago--. Vamos por allí.
Pasamos por el portón y apenas habíamos dado media docena de pasos cuando, de repente, se apagaron los focos alógenos, dejándonos embueltos en la negrura de la tormenta.
Andube a tientas mientras manoseaba mi amuleto, pero Fix y Meryl batieron conmigo. Fix echó al suelo su caja de herramientas y poco después sujetaba una linterna de servicio. Casi al mismo tiempo sonó un crujido de plástico, y Meryl sacudió un tubo de luz química para que liberara su verde luminiscencia.
Retumbó un disparo y Meryl dio un tirón tambaleandose hacia un lado. Ella miró hacia abajo, y resopló alarmada cuando vio sangre extendiendose por su pantalón vaquero.
--¡Al suelo! --grité, y la tomé por la cintura empujándola al suelo mientras sonaba otro disparo. Agarré el tubo incandescente y lo embolví con mi abrigo--. ¡Apaga esa luz!
Fix manoseó nerviosamente la linterna mientras otro disparo levantó chispas de su caja de herramientas. Fix dio un grito y arrojó la luz, que rebotó hacia un lado y luego viró, arrojando un cono de luz detrás de nosotros.
La luz se recortó sobre la silueta de la Tigresa, la ghoul asesina, que ni siquiera se había molestado en adoptar apariencia humana. En su forma natural parecía una mezcla de humana, hiena y mandril, con un pellejo gris y unos hombros robustos. Todo su cuerpo estaba cubierto por una roja pelambre. Sus piernas eran cortas pero fuertes; sus brazos demasiado largos; y sus manos remataban en garfios de hueso en vez de uñas. Su pelo se cernía sobre su cabeza como un bulto enredado y empapado; y sus ojos brillaban con malicia mientras corría furiosamenta hacia nosotros.
Sobre su piel resaltaban varias cicatrices de color rosa y gris, y zonas hinchadas allí donde Murphy la había herido la noche anterior. Se lanzó contra nosotros, corriendo sobre sus cuatro extremidades con la boca desencajada.