Aqui os lo dejo para todas
—Me llamo Olathe —dijo con la misma gravedad que los dioses griegos debían de utilizar para presentarse ante sus hijos mortales—. La Señora de los Muertos. La primera concubina de Roland, el Padre de la Nación.
No andaba muy desencaminada.
—¿Te importaría repetirlo? —dijo Curran. Aunque su voz era como un gruñido profundo, su dicción era perfecta—. Me he perdido la parte donde debía quedarme impresionado.
Olathe le miró de arriba abajo, algo que no era precisamente sencillo teniendo en cuenta que Curran medía casi sesenta centímetros más que ella. Puede que fuera la concubina de Roland, pero el tiempo se había cobrado su peaje: otrora probablemente hermosa, ahora tenía un aspecto gastado, como un viejo maniquí que ha empezado a perder su mugriento lustre. Había perdido toda su vivacidad, su chispa, su humor. Solo los ojos conservaban cierta vida en un rostro sin alma: enormes, orgullosos y resueltos.
Algo se removió detrás de ella, entre las sombras de la pared más alejada. Una silueta retorcida, y después otra, y otra más. Me acerqué a ellos con mi magia, sentí el frío muro de sus defensas y retrocedí. No había necesidad de provocarla antes de que Curran estuviera listo.
—Siento curiosidad. ¿Durante cuánto tiempo te estuvo follando? —Curran avanzó, un enorme pie tras otro. Los cambiaformas le siguieron—. ¿Cuánto tiempo aguantaste? ¿Un año? ¿Seis meses?
—Trece años —dijo ella.
Curran siguió avanzando. Cuanto más tiempo continuara hablando, más lograríamos acercarnos a ella. Curran ya había decidido pasar a la ofensiva, aunque para él aquello no requería demasiado esfuerzo.
—Trece años. Y finalmente se aburrió de ti, ¿verdad? Encontró a otra más joven, más hermosa, más fresca. Y ahora tú estás aquí, ocultándote en un agujero asqueroso, olvidada y descartada, como una rueda usada. Ninguna recompensa tras todos esos años.
Olathe retrocedió