y otra de propina... adivina adivinanza
Y observó sus ojos ponerse vidriosos con anhelo.
—Dame.
Él se echó hacia atrás, se la entregó y esperó mientras ella tomaba su primer y desesperado trago.
—Sabes, querida, si la cafeína alguna vez logra llegar a la lista de ilegales, vas a tener que registrarte como una adicta.
—Si tratan de hacer el café un ilegal los mataré, y no será un problema. ¿Qué hice para merecer el café en la cama?
—Te amo.
—Sí, lo haces. —Ella tomó otro trago grande, y sonrió—. Tonto.
—Esa no es forma de persuadirme para conseguirte una segunda taza.
—¿Te amo también?
—Eso probablemente funcionaría. —Él frotó un pulgar a lo largo de las sombras que ya acosaban sus ojos—. Necesitas más de dos horas, teniente.