Un mensajero llega a casa un día con un paquete, y dentro ¡Un pingüino!
¡Qué divertido! y le ponemos nombre, y averiguamos que comen los pingüinos, pero ¡Oh, al día siguiente otro mensajero! ¡Y otro pingüino! Y no sabemos quien los envía, sólo que cada día llega un pingüino, y cada día hay nuevas dificultades que superar, dificultades de vivir con tanto pingüino en casa. Hay que ordenarlos, alimentarlos, hacen ruido, se cuelan en el baño. Esta familia es un auténtico desbarajuste de circunstancias chistosas provocadas por los animalitos.
Y lo mejor de todo es que al final del libro se resuelve el misterio y viene con una moraleja ecologista.
El que envía los pingüinos es el tío ecologista de la familia, que explica que los humanos han destruído el hábitat de los pingüinos, por lo que él quiere llevárselos al Polo Sur, pero como no le dejaban sacarlos del pais, él los enviaba por correo uno a uno, y ahora que ha pasado un año y están los 365 pingüinos, ha venido a recogerlos.
Ah, uf, la familia respira feliz, ya libres de los pingüinos, pero al día siguiente suena el timbre y es el mensajero con una caja y dentro hay ¡Un oso polar!
En primer lugar el libro encanta por su gran tamaño, un A3 contundente y de pasta dura. Luego las ilustraciones son sencillas y en tres colores nada más, pero llenan toda la página, y el texto es poco y fácil de leer.
Como siempre lo mejor es el sentido del humor. La hermana persiguiendo a los pingüinos que se han colado en el baño con una sartén, o el padre ordenando a los pinguiones en archivadores. La familia en el jardín mientras los pingüinos llenan la casa celebrando una fiesta.
A los peques les va a encantar, y será mi próximo libro en La Hora del Cuento, ya os conteré como me va.
