Bueno... hacer hacer no he hecho nada ¡LITERALMENTE! Cuando me engancho a un libro no lo suelto hasta que lo termino y si eso sucede a las cinco y media de la mañana ¡pues que se le va a hacer!
Por desgracia en mi trabajo es imposible escaquearse y, si por desgracia no he podido terminar el libro pues tengo que apartarlo momentaneamente hasta la hora de salida.
Como el resto he leído en el baño, mientras como, caminando por la calle, haciendo cola, esperando en hospitales, juzgados, paradas de autobús... La culpable de mi adicción es mi madre :emot008: y empezó temprano, para ser exactos cinco minutos después de recibir mi regalo por mi noveno cumpleaños ¿adivinan que fue?
Sin embargo, a pesar de su culpabilidad mi madre nunca tuvo reparos en llamarme la atención por no irme a dormir a mi hora y, no hacer otra cosa que acumular libros.
Recuerdo que pasé una época de gran consumo de pilas ¡pero es que a la maldita linterna se le acababan muy deprisa! :emot001: además de que leer bajo las mantas con una linterna hacía que las frías noches de invierno se convirtieran en achicharrantes noches en el trópico :emot015:
Sin embargo, mi recuerdo más claro de lo que he llegado a hacer por leer lo tengo gracias a una prueba física, cuando tenía unos 11 años me cambiaron el mueble de mi habitación y me compraron uno de aquellos muebles en los que la cama se guardaba dentro y no la veías el resto del día. Estas camas tenían su pequeña repisa a la cabecera con una bombilla bueno pues... cuando tiré aquel mueble años después me fijé en que el soporte donde iba la bombilla y que era de metal estaba un poco retorcido (¡vale, estaba completamente derretido! :emot002: :emot002: :emot002: :emot002: :emot002:)