Autor Tema: Gladiador por Ruth Lomax  (Leído 1866 veces)

atlantida

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #30 on: Mayo 31, 2010, 09:55:35 am »
 emot026 ¿No hay mas?

Ruth 69

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #31 on: Mayo 31, 2010, 07:05:07 pm »
HOLA CHICAS...

si si hay mas... el problema es que no he tenido tiempo para ponerme a ello... la semana psada ha sido un poco dificil en el curro... y ademas he llegado muy tarde a casa... y entre el gymnasio, el perro, mi jombre, la casa que lleva mucho tiempo y el curro se me van los dias de 24 horas cuando yo necesito por lo menos 36 horas...

en cuanto Mantus cobre de nuevo vida por estos deditos os lo pasare...

un saludo ruth

Sandy Diosa de Buitreville

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #32 on: Mayo 31, 2010, 08:30:23 pm »
Graciasssssss...  :emot018: :emot018: lo pondre como post fijo asi no se nos pierde nada...  emot037 emot037
[img]http://img641.imageshack.us/img641/35

aletse

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #33 on: Mayo 31, 2010, 09:25:32 pm »
Esperaremos, no te preocupes,  :emot020:


Ruth 69

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #34 on: Junio 09, 2010, 07:56:04 pm »
Capua, Ludus Maximus Verilius, 227 a.c.   
La primera vez que los ojos negro sangre de Mantus vislumbraron a Iobbe, se encontraba atado a la fría pared de su celda de pies y manos. Como la bestia que era. Como el animal que todos proclamaban. El salvaje señor del Inframundo morando entre mortales.
En ese momento una garra atravesó el pecho de Mantus, la carne, el músculo y las costillas, buscando en el amplio tórax hasta encontrar aquello que había ido a erradicar.
Ningún mortal pensaría que dentro de Mantus existiría tal órgano. La leyenda clamaba que el cuerpo del gladiador se alimentaba del odio, de la sangre de sus victimas y del aire ponzoñoso del Averno.
Un corazón muerto.
Inhumano.
La garra apretó entre sus largos y afilados dedos el corazón. Apretó el músculo inmóvil, hasta arrancárselo del pecho.
Mantus inhalo fuertemente. Respiró el aire de la celda. El regusto de su propio sudor, agrio y fuerte. La humedad goteante de las paredes. La sangre renegrida. Los orines de la esquina donde se aliviaba. Las heces de las ratas que correteaban por el suelo.
Y a Iobbe.
El perfume de una mujer. Tan hermoso. Calido. Y extenuante. Los pulmones de Mantus trabajaban al ritmo de las respiraciones de un corredor.  Arduas. Y dificultosas, queriendo insuflar el aroma de ella dentro de él, que recorriese todos y cada uno de los huecos de su cuerpo.
Menos el corazón que la garra soportaba en su palma.
Mantus volvió  a ser un bebe.  A encontrarse en la sima, perdido y solo. El hambre. La sed. Todo retornó a él.
Y la muerte. 
Pero él no quería morir. Esta vez no. No aquí, ni en ese momento. No ante ella. No ante la visión de Iobbe clavada en sus ojos. Con el olor de la piel de ella en su propia carne.
Había sobrevivido a largas décadas sin corazón. Sin alma. Solo con sus manos y su cuerpo. Solo con lo que la vida le había dejado.  Los Destinos le habían permitido vivir una vez. Y otra. Y otra. Tantas que había perdido la cuenta.
¿Qué podría hacer él para que esas brujas lo dejasen allí, en su pútrida celda? ¿Qué trozo de carne tomarían como pago para que él se quedase? Con gusto daría lo poco que le quedaba de humanidad, cada centímetro de piel, y cada litro de sangre de su cuerpo por ganar un segundo de vida. Una fracción infinitesimal.
Un relámpago atravesó su pecho. La garra portando el corazón arremetió de nuevo. Atravesó la piel, el músculo, las costillas, dejando su preciada carga en su lugar, pero esta vez… esta vez un órgano latiendo de vida.
De autentico poder.
La sangre rugió por las venas. El latido recorrió el cuerpo atado perfilando cada músculo del gladiador bajo la piel. Un arma potente tan afiliada como el gladius que empuñaba en la mano.
Iobbe. Su alma.

Sandy Diosa de Buitreville

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #35 on: Junio 09, 2010, 09:20:02 pm »
Gracias preciosa...  :emot018: :emot018: termino lo que estoy haciendo y me pongo a leerlo...  :emot004: :emot004: que emosion...  :emot014: :emot014:

Lili

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #36 on: Junio 10, 2010, 01:31:52 am »
 :emot018: :emot018: :emot018:

melizza

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #37 on: Junio 10, 2010, 06:24:16 am »
Que agonia leer por partes  emot030

Felicidades esta preciosa la historia  emot036  :emot018:

aletse

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #38 on: Junio 14, 2010, 07:17:04 am »
Magnifico, me muero qor mas....

qero sere qaciente....

Graciasssssssssssssssssssssssssssss

gerardluisa

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #39 on: Junio 14, 2010, 07:52:49 am »
Muchas gracias  :emot018: :emot018: :emot018: :emot018:

Ruth 69

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #40 on: Junio 14, 2010, 07:50:44 pm »
Capua, Ludus  Maximus Verilius, 227 a.c
Los hombres como Maximus Verilius ansiaban el poder. Bañarse en la distinción, el reconocimiento y la autoridad hasta convertirse en un ser indestructible. Y él lo había conseguido.
Alcanzar ese grado de obediencia y subordinación hacia arder la sangre de Maximus. Pero el poder traía mas poder. Y el deseo de obtenerlo se hacia adictivo, como la fruta de los Dioses, la ambrosia de la vida.
Las arcas de su villa se encontraban rebosantes de oro. Piedras preciosas. Telas exquisitas. Sólo tenía que enviar a uno de sus gladiadores a la arena del anfiteatro y vencer. La riqueza de Maximus estaba fundada en la muerte. La muerte de hombres.
La muerte de violadores, asesinos, ladrones, esclavos de guerra, hombres libres sepultados por las deudas, borrachos…
La muerte podía ser tan gratificante, tan jodidamente suculenta, un plato frío que llenaba el estomago de hombres como él.
Maximus era un hombre hecho a si mismo, que pasaría a la posterioridad como el mejor lanista de todos los tiempos.  Su Ludus estaba en boca de toda Roma, incluso del mismo Caesar. Sus gladiadores eran lo mejor de lo mejor. Entrenados para ser unas armas afiladas de muerte.
Era un hombre considerado y reconocido. Pero un hombre como él siempre quería más.  Más de todo.
Y todo hombre como él necesitaba tener su igual.  Alguien en que apoyarse, porque el camino de los poderosos, era una senda hostil y solitaria.
Laetitia, la hembra más hermosa de Capua. Seleccionada para ser la propiedad de Maximus. Su pertenencia más preciada. Su esposa.
Los Dioses le habían bendecido con una mujer tan parecida a él. Tan semejante. Apasionada en la cama. Fría fuera de ella. Laetitia, era un instrumento efectivo que le había traído numerosos beneficios. Dos hijos, la inmortalidad para muchos. Riqueza, de una dote cuantiosa. Un lugar en la sociedad romana, entre las clases selectas de Roma. Una amante, en la cama.
Laetitia era un exponente en su guerra particular para conseguir sus metas. Y él era justo con los deseos de su esposa. Generoso, incluso benévolo. Aquello que Laetitia deseaba, ella lo tendría, sin importar que.
La inteligencia de Laetitia rivalizaba con cualquier filósofo o erudito. Pero esa inteligencia se igualaba a la crueldad que recorría las venas de su esposa. Una crueldad que a veces rayaba la racionalidad y que a Maximus le excitaba. Le ponía duro como un garrote.
Laetitia, ese demonio de mujer, le había susurrado al oído lo que quería, su polla entrando en ella. En los calidos pliegues, aceitosos. Rugiendo con el vigor de cada penetración.
 
“Hazle sufrir, mi amado. Hazle desear la muerte una y mil veces. Hazle que tenga aquello que nunca podrá tener. Debilítalo. Conviértelo en una bestia. En un animal. Y obtendrás al mejor gladiador. Será tuyo en cuerpo y alma, un Ariete de la Muerte.”

Y Laetitia tenía razón. Un hombre podía ser un animal. Una bestia con el empujón preciso. Un animal se alimentaba de carne. ¿Y porque no crearla en mujer?
La carne delicada de una mujer para una fiera.
Maximus seleccionó a la mujer. Con los ojos incomprensiblemente puros para ser una esclava.  Una hembra utilizada, humillada y servil. La eligió a ella entre todas porque en esos ojos oscuros se destilaba la pureza, la inocencia intocable. Más allá de cualquier roce o violación.
Ella era un cuerpo usado.
Mancillado por tantos hombres que visitaban su Ludus y requerían una esclava para sus deseos. Era una piel tocada por manos manchadas de sangre.  Era un útero violado, fustigado con violencia. Era una boca hueca para dar cabida a otras bocas. Era unos muslos abiertos sin consentimiento.
Una esclava.
Un trozo de nada.
Una mujer.
La eligió a ella porque no era un animal. Aunque la trataban como tal. No era una bestia, aunque trabajaba igual que una.
La eligió a ella entre todas porque sería la que tocaría el corazón de la bestia. La que le haría doler más. Tenerla y no tenerla seria un sufrimiento. Un dolor constante. Un herida purulenta dentro de un cuerpo invencible.
Iobbe, la esclava.

Maximus ordenó a la guardia que abriesen la celda, observó el cuerpo del gladiador. La piel dorada. El pelo de un rubio platino. Los ojos negrosangre. Esos ojos que se parecían a la muerte como un espejo límpido.  Los latigazos dibujaban sendas separadas en la piel. La sangre reseca manchaba la carne. El olor acre del sudor atravesó las fosas nasales del lanista que sacó de los pliegues de su túnica un pañuelo perfumado.
La bestia no perdía detalle y sus ojos fijos en la espalda de Maximus, ahí donde la esclava se encogía y miraba al suelo. Una mueca grotesca curvó los labios de Maximus. Un gesto de puro regocijo.
   La voz de Laetitia se internó en su mente. Su polla rememoró ese momento saltando bajo los pliegues de tela. Duro. Un sentimiento de poder cubrió al lanista. Por Júpiter, que necesitaba una hembra.

 “Mi amado esposo, encuentra la fisura, la grieta de esa armadura irreductible y llénala de pus. Doblégale a tus deseos, oh mi amado”

-   Atadle de cara a la pared – la orden se escuchó silbante de los labios de Maximus. Excitado, el corazón retumbando en el pecho a la velocidad de la sangre colmar las cavernas de la verga.
El gladiador no protestó. Se dejo hacer. La espalda no tenía mejor aspecto que el resto de él. El trabajo del látigo era magnifico. Trozos de piel caían a tiras del músculo, desprendiéndose. El amasijo de carne, sangre seca y piel destrozada harían doblar de dolor a un mortal.  Pero a ese hijo de puta mudo, no. La fuerza que alimentaba el cuerpo lacerado era inusitada. Una fibra que Maximus quería explotar a su beneficio.
Mantus, el Dios del Inframundo. Renacido en la tierra. Un guerrero invencible. Un gladiador del Ludus de Maximus. El próximo campeón de Capua.

La voz de Maximus ladró a la esclava: Desnúdate.
Las manos de Iobbe no temblaron al desprender de su cuerpo la ruda vestimenta que confirmaba su estatus en la villa. El collar que rodeaba el cuello, desde la garganta hasta la base del cuello, refulgió en plata sucia.
-   Colócate entre la pared…- no hizo falta continuar. Los ojos de la esclava brillaron de terror. De negación absoluta.
Maximus la golpeó. En la cara. Un hilillo de sangre broto de la comisura, allí donde los pequeños dientes habían marcado el labio, por la fuerza del golpe.
-   Sucia mierda, o haces lo que te digo o veré a toda mi guardia joderte hasta morir.
La esclava obedeció. Las carnes jóvenes y fuertes del duro trabajo se movieron  a la velocidad de los pasos de la mujer, posicionándose entre la pared fría, y el cuerpo del gladiador.
-   Arrodíllate. – Maximus observó los dos cuerpos desnudos. El de la mujer bello en sus formas. Sensual, con curvas pronunciadas. Él del hombre, músculo erecto, herido. Potencialmente salvaje.

La polla del gladiador había reaccionado a la cercanía de la hembra. Las fosas nasales. El amplio tórax. Las nalgas apretadas. La columna vertebral tan tiesa que parecía a punto de romperse.

-   Abre la boca – el lanista de acercó para tener mejor visual de lo que estaba a punto de ocurrir en la celda.
Los guardias no perdían detalle. Tan excitados como su señor. 
La esclava abrió la boca de forma obediente. Gruesas lágrimas se deslizaban de sus ojos inocentes por las mejillas suaves hasta la base de la mandíbula, donde pendían acuosas hasta caer al suelo sucio.

El cuerpo del gladiador no se movió ni un pelo. No avanzó para enterrarse en esa tierna boca abierta. No hizo inclinación alguna. Nada. Permaneció ahí de pie, atado a la pared, temblando como una hoja al viento y sudando como un cabron reblandecido.
Maximus movió el pañuelo perfumado y uno de los guardias desenfundó la espada. El frió metal mimó la garganta de la esclava, un latido mas y  seccionaría la vida de la mujer.
-   Follate esa boca – Maximus escuchaba el rugido de la sangre en los oídos. Su propia sangre. La de la esclava. La del gladiador. Y la de los guardias.- Mete tu polla en esa garganta sino haré que se desangre ante ti mientras mis guardias ocupan tu puesto.

Maximus no era un hombre paciente. Se acercó a la esclava y la cogió bruscamente del pelo. El filo se apretó  hasta formar una pequeña herida en el cuello, entre las argollas del collar que simbolizaban que era una propiedad para ser utilizada como su dominus ansiase. El quejido de dolor fue amortiguado por la mano de lanista al coger entre los dedos las mejillas de la esclava y formar una o perfecta.
-   Hazlo o la matare.- Para Maximus fue claro como el cristal, la claudicación. Los hombros tensos temblaron, la espalda herida tiesa se dobló en dos. Los dientes blancos del gladiador gruñeron como un animal cautivo. Y las caderas de la bestia se movieron hacia delante para hundir la polla en la boca de la esclava. En la tierna cavidad.
Maximus aproximó el pañuelo perfumado a su nariz. La esencia de Laetitia. El aroma de los muslos de su mujer después del clímax junto con el perfume que coronaba sus pechos y cuello después del baño.
El acto duró unos pocos segundos. El gladiador se corrió en la boca de la esclava. El semen se deslizó entres los labios, manchando la barbilla y goteando sobre los senos temblorosos.
-   Sacadla de aquí. – Maximus ordenó a los guardias.
Separada del muro, fue arrastrada fuera de la celda sin contemplaciones.
-   Combate para mí en la arena y ella no sufrirá mal alguno. – El veneno se introdujo en la grieta diminuta que había abierto en el espíritu del gladiador – Si vences y sobrevives a la lucha, será enviada a ti para que satisfaga tus necesidades. Nadie la tocará. Será tuya.
Maximus movió el pañuelo satisfecho.
-   Mañana, lucharas.








atlantida

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #41 on: Junio 14, 2010, 09:32:18 pm »
 :emot001: !Que hijo de ....! Estoy en un foso lo veo todo oscuro y sin mijica de luz.
 Por epoca y por estatus ¡Por dioss... que salida tienen...?
Cada vez que te leo, me introduces en la historia de un modo que se me retuercen las entrañas.
¡BRAVO!

AVG

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #42 on: Junio 14, 2010, 11:09:17 pm »
Ruth me tienes completamente enganchada con esta historia, magnífica escena, ya desespero por leer lo que sigue emot039 emot039

krystal

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #43 on: Junio 24, 2010, 07:01:33 pm »
 emot025 más porfis....  emot025

gerardluisa

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #44 on: Junio 24, 2010, 08:56:44 pm »
De verdad que por lo poco que estoy leyendo, me parece que eres una magnifica escritora. BRAVO  :emot018: :emot018: :emot018: