Autor Tema: Gladiador por Ruth Lomax  (Leído 1864 veces)

Ruth 69

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Gladiador por Ruth Lomax
« on: Mayo 13, 2010, 12:51:54 pm »
Capua, Ludus Maximus Verilius, 227 a.c.

   El goteo incesante del techo hería la piel con el cortante filo de un gladius. Desgarraba la carne hasta encontrar el hueso oculto, frío y tumefacto.
   Esclavo.
Bestia mas que humano.
El Ariete de la Muerte, encadenado con recios grilletes para controlar al animal. Al salvaje asesino hambriento de sangre. Nada más que un hombre entre esos muros. Un Dios en la arena. Mantus, resurgido del Inframundo.
Una de sus manos se movió en el aire, una silenciosa petición a la hermosa luz de esa prisión de piedra y sangre encarnada en mujer. Una esclava como él. Encadenada por un plateado collar a su domina.
La noche antes del combate ella era enviada a él para ensalzar su sangre de lujuria. De lo prohibido para la bestia. Porque ninguna mujer acariciaría a un animal cubierto de sudor, barro, arena y sangre de sus victimas.
Cerró los ojos con dolor ante la exquisitez encogida en la esquina más alejada, junto a la enrejada puerta. Una noche más de desear lo imposible. Verse liberado de esas cadenas y envolverla con sus brazos. Protegida. Amada.
Libres…
De sus agrietados labios surgió un ronco ruego. Un eco del Infierno. Devorado por el apetito de verse reflejado en sus ojos entendió que al día siguiente, volvería a matar. A desgarrar a sus oponentes ante la expectación de miles de ojos que gritarían su nombre hasta perder la voz. Mantus. Mantus. Mantus. La sangre le cubriría como una capa. El sufrimiento de hombres tratados como bestias. De bestias hechas hombres para aniquilarse entre ellos en un juego sin fin de poder. Pero él lo haría una y otra vez. Tantas como hiciera falta, para tener este momento con ella. Verla. Sentirla. Olerla.
Amarla.
Porque una bestia también tenía un corazón. Escondido entre pliegues y pliegues de carne. Oculto para que nadie pudiera extirpárselo del pecho. El único órgano de su cuerpo velado de cicatrices que lo tornaba humano. Jamás un animal. Ni una bestia.
Mañana tomaría el gladius entre sus manos cubiertas de sangre, con ansia. Con devoción. Un fervor que daría aliento a sus brazos y piernas. Un calor que tomaría posesión de su torso. Abriría el Averno bajo sus pies y enviaría a las almas de sus adversarios a caminar un viaje de no retorno por el río Estigia. Sobrevivir. Con el cuerpo decorado de heridas que se curarían con el tiempo. Con el espectro de la muerte a sus espaldas.
Con el corazón intocable para ella.
Porque, por mucho que sus amos lo enviasen a la muerte, por mucho que lo encaminaran a una ejecución inminente, él, la bestia, Mantus, tornaría del mismo abismo para tener este tiempo con ella.
El sonido del suave deslizar de unos pasos por el duro suelo le trajo la dulce letanía del cuerpo de la mujer, el cadencioso movimiento de las caderas bajo el basto tejido del vestido de una esclava, la maravilla blanda de sus pechos al oscilar libres. Él vivía para ese instante. Unos segundos acuosos que se transformarían en una noche eterna contemplando su belleza. Con dolor. Paladeando su miedo.  Un terror que se clavaba en sus entrañas hiriendo la carne, como si el látigo de las Furias en el Tártaro golpease su espalda pecadora.  Estaba condenado.  A una eternidad amándola. A una inmortalidad solo.
El roce de una pluma tocó su mejilla. Imposible. De nuevo, suave, lento y cálido. Un ardiente toque. Un fuego llameante lo recorrió. Abrió los ojos. Las retinas se expandieron extasiadas, deslumbradas.
-   ¿Lo harás por mí? –La delicada voz emergió de esos tiernos labios-. ¿Subsistirás…?
La silenciosa respuesta brotó de los ojos de Mantus para ella. Haría cualquier cosa por ti. Su grotesco nacimiento en ese mundo le había condenado a una vida en silencio. Era mudo desde el primer momento que vio la luz del día. ¿Cómo expresar que su alma estaba perdida y moraba en tinieblas pero que su corazón era de ella, sus Llanuras Eliseanas? Una oportunidad para volver al mundo de los vivos.
Esos bellos labios se apoyaron en la boca de Mantus. Acariciaron. Lamieron. Y sanaron cualquier herida infringida. Y él bebió como un sediento. Un anhelante hombre. Jamás una bestia.
-   Mantus, Dios del Inframundo… -ella rozaba sus labios con el aliento de las palabras susurradas– Gladiador entre gladiadores. La arena ovalada del Coliseum es tu trono. Tu gladius es el cetro de un rey enviado a regir entre animales. Tu coraza, el símbolo del carnero, Ariete de la Muerte, es la vestimenta un guerrero ungido en sangre…
Las manos calidas y callosas de la mujer recorrieron el magnifico pecho esculpido. Los valles, planicies y elevaciones de músculos, cincelados por arroyos de cicatrices que embellecían ese cuerpo ejercitado para la muerte.
-   … te he contemplado en silencio. Cada noche. Cuando descansabas…cuando me amabas con tus ojos…cuando tus manos acariciaban el aire y no era yo. Te he temido más allá de la razón… –los dedos labraron cada silaba en la piel del gladiador, a fuego.
Bestia.
Del interior de Mantus emergió una calidez que investía de vida cada hueco de su ser. Que dignificaba cada muerte que él había arrebatado con sus manos. Los brazos delicados y a la vez duros del trabajo, le envolvieron. Le arroparon en esa fría noche.
- … he odiado cada fracción de tiempo en esta prisión…
El cuerpo suave y compacto se elevó amoldándose a la inmensa envergadura del gladiador.
-   … y aún así, has vencido sin necesidad de tu gladius. Solo con tus ojos. Con tu silencio.
Los ojos de la mujer se prendieron en la mirada de Mantus. Expresando sin palabras un océano de sentimientos.
-   … mañana tomarás en tu mano la espada y el escudo. Pisarás con orgullo la arena dorada manchada de la sangre de tus oponentes. Y lo harás… sobrevivirás… para mí.
La mejilla de Mantus descansó en la cabeza reposada sobre su pecho.
Por los dos. Sobreviviría por los dos.


(gracias burxeta por corregirlo.... )

Ruth
« Última Modificación: Mayo 31, 2010, 08:31:34 pm por Sandy Diosa de Buitreville »

Sandy Diosa de Buitreville

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #1 on: Mayo 13, 2010, 08:31:36 pm »
Ruth...  :emot018: :emot018: :emot018: :emot018: :emot018: No nos dejes asi...  emot026 emot026 me encanta...  emot037 emot037 Unas palabras mas...  emot036 emot036 emot036 Que trabajo estupendo...  emot035 emot035

Y gracias Burxeta...  emot024
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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #2 on: Mayo 13, 2010, 08:41:04 pm »
Hermoso. Gracias Ruth por tan maravillosa historia. ¡¡¿Para cuándo más?!! Estaré comiendome las uñas para saber la continuación  :emot020: :emot020:

julia

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #3 on: Mayo 13, 2010, 09:41:16 pm »
cuanto tiempo sin saber de ti, y que retorno mas glorioso.
 :emot020:

gerardluisa

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #4 on: Mayo 13, 2010, 10:43:20 pm »
Yo quiero mas  :emot017: :emot017: :emot017: :emot017:

aletse

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #5 on: Mayo 13, 2010, 11:03:28 pm »
OHHHHHHHHH me a encantado, porfis porfis otro pedacito.... emot030

atlantida

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #6 on: Mayo 14, 2010, 03:24:26 pm »
¡Gracias Ruth! estoy enganchada desde el primer parrafo.
Me enamore de este silencioso personaje.
 emot026 ¿masssss?

Antonietta

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #7 on: Mayo 14, 2010, 06:54:24 pm »
gracias Ruth.....lindo relato....quiero mas.

nikitta

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #8 on: Mayo 17, 2010, 07:24:58 am »
Ke lindooooooooooo :emot017:
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Mayca

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #9 on: Mayo 17, 2010, 07:49:42 am »
Queremos Masssssssssssssss :emot013:

emmita

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #10 on: Mayo 17, 2010, 09:03:42 am »

Hay que ver como escribe la niña   :emot018:
Mi aplauso para tí Ruth.

Ruth 69

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #11 on: Mayo 17, 2010, 11:33:42 am »
GRACIAS A TODAS POR VUESTRAS PALABRAS... me alegro que os guste Mantus y su historia...

2º parte: Un recien nacido...

Etruria, 240 a.c.



Lucumus de Caisiri.

El nacimiento de una nueva vida al mundo, siempre era un regalo de los Dioses. Un acontecimiento de dicha y alegría. Gritos de júbilo. Lagrimas de felicidad. Buenas intenciones. Y deseos concedidos.

Pero en el nacimiento de Mantus solo hubo silencio. Un eterno mutismo.

La noche de la venida del recién nacido. No hubo gritos. Ni llantos. Ni regocijo.

No se regaron las gargantas con un fino vino. Ni corrieron exquisitos manjares entre los presentes. Tampoco las buenas nuevas, ni siquiera los apretones de manos entre los varones felicitando al nuevo padre.

Silencio.

Un aplastante mar de silencio.

Rasgado por un cortante filo de dolor. El grito de la muerte desgarrando las estancias de la pequeña villa del lucumus de Caisiri.

Porque lo primero que los ojos de Mantus vieron al nacer, no fue la dulce faz de una madre. Ni el rostro orgulloso de un padre. Ni siquiera la arrugada cara de la partera.

No.

Solamente el destellante filo plateado de un puñal clavándose en una mujer. Su madre. Y el grito:

“Puta, ese no es mi hijo…”


Cada pequeño segundo se grabo en los ojos de Mantus. El puñal. La carne abierta. Cada pequeña porción de tiempo se reflejó en los ojos negros, teñidos de sangre. Ahí donde el blanco tenía que ser blanco solo había negrura. Y esa negrura era dividida por ríos de sangre tan roja como la vertida por su madre al lecho.

Esos ojos no eran los ojos de un humano. Ni de un bebe. Eran los ojos de la muerte. La muerte que recorrió con su esquelética presencia las estancias del lucumus.

Mantus nació a este mundo, desnudo, cubierto de sangre. Y fue abandonado de la misma forma en la sima mas profunda de Etruria. Y todo envuelto por el silencio.

Mantus no emitió sonido alguno. Ningún gesto. Ningún movimiento. Solo sus ojos permanecían atentos a su entorno. A todo lo que le rodeaba. Era un bebe sin nombre ni futuro. Ni pasado ni presente. Algo que entendió con el paso del tiempo y cuanto mas nítidos se hacían los recuerdos en su cabeza.

Él había nacido. Su madre había muerto. Y su propia familia le había descartado para que la visión de Mantus desapareciese sin dejar rastro.

Silencio.

Mantus no protestó. No pudo hacerlo. No gritó. Sus ojos recién nacidos observaron la oscuridad. La sima húmeda donde le habían dejado. El hueco que sería su tumba.

Sus ojos negros y rojos se clavaron en la noche profusa cuajada de estrellas que iluminaban la sima. Sus ojos ardieron de hambre. De sed. Y de la boca de Mantus, silencio. ¿Qué podía entender un recién nacido? Él buscaba a su madre, un pecho rebosante de leche. Pero ahí no había nadie, ni nada. Solo la tierra húmeda. Solo las raíces de los árboles. Solo las piedras.

Le habían abandonado para que muriese.

Pero Mantus sobrevivió. A esa noche y a muchas mas.

gerardluisa

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #12 on: Mayo 17, 2010, 12:35:47 pm »
Te lo juro, me tienes super enganchada!!!!!! Estoy deseando poder leer mas de esta super historia.

Ruth 69

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #13 on: Mayo 17, 2010, 07:22:59 pm »
3º La arena...

Capua, 227 a.c.
Anfiteatro.
“Por casualidad, a mediodía asistí a una exhibición, esperando un poco de diversión, unos chistes, relajarme... Pero salió todo lo contrario... Estos peleadores de mediodía salen sin ningún tipo de armadura, se exponen sin defensa a los golpes, y ninguno golpea en vano... Por la mañana echan los hombres a los leones; al mediodía se los echan a los espectadores. La multitud exige que el victorioso que ha matado a sus contrincantes se encare al hombre que, a su vez, lo matará, y el último victorioso lo reservan para otra masacre. Esta clase de evento toma lugar estando casi vacías las gradas... Al hombre, sagrado para el hombre, lo matan por diversión y risas..”               
Seneca.

   La cabeza seccionada rebotó contra la arena del anfiteatro. Una. Dos. Tres veces, hasta quedar quieta. El cuerpo de rodillas permaneció rígido manteniendo la petición de suplica. La sangre manaba del tronco del cuello, ahí donde las vértebras se vislumbraban entre la carne. Las manos vacías indicaban la posición de rendición.
La necesidad de absolución.
Pero el perdón no existía para el vencido.
   La multitud rugió. Gritó de crueldad. La brutal búsqueda del sufrimiento.
   Las bestias no eran las que violentamente se quitaban la vida en la arena del anfiteatro. Los animales reales eran aquellos que iban a ver el grotesco desgaste de las vidas de hombres, hechos bestias, que se mataban entre ellos.
   Las Parcas: Nona, Decima y Morta, esas viejas verrugosas estarían frotándose las manos, preparadas para cortar el hilo del perdedor. Porque la compasión no tenía cabida en la seca arena, alimentada por la sangre de los muertos en combate.
   La chusma bramó de nuevo.
-   Mantus¡ Mantus¡…- el aullido de cientos o igual miles de voces que como perros vitoreaban.
El sol refulgió sobre el protector del antebrazo, subiendo por el bíceps hasta el hombro. El metal incandescente de la armadura se atenazaba al cuello y pecho del gladiador mediante correas de cuero dúctil. Los cuernos del carnero cubrían el brazo de Mantus. Y la calavera del animal, exenta de carne, brillando en oro puro, simbolizaba el poder del Ariete. Porque eso era él: Mantus, el Ariete de la Muerte.
La bestia.
El gladius se elevó cortando el aire, y la multitud, la chusma hambrienta chilló. Del filo de la hoja goteo la sangre, por el brazo desnudo hasta las muñequeras y refuerzos de tela.
Mantus se agachó en el suelo, granos de arena se adhirieron a sus rodillas. Recogió el escudo dorado. El carnero.
Y espero.
La muchedumbre calló sus gritos. Una ola de silencio se desplazo por las gradas del anfiteatro.
La muerte mostraba de nuevo su mano.
Mantus dirigió sus ojos de Muerte hacia la grada de las autoridades. El negro mas profundamente negro. Y el rojo, la sangre de sus victimas, corriendo imparable en esa mirada. Desde cerca esos ojos hacían estremecer. De lejos, solo eran dos focos negros en la cara de Mantus. Dos abismos al averno.
Maximus Verilius se levantó de su asiento solicitando silencio.
-   Ciudadanos de Capua – la voz de Maximus se elevó en el palco.  El lanista veía sus arcas rebosar de oro. La chusma analfabeta deseaba la sangre y ese era su trabajo. Dar al pueblo lo que el pueblo ansiaba. – Hombres y mujeres… hoy ha sido un gran día. Mantus ha demostrado que ningún hombre es suficiente para derrotarle. No un mortal cualquiera. 
El gladiador se acercó ágilmente a un cuerpo tembloroso. Vivo. Los ojos del hombre se prendieron en la mirada de Mantus.  Ahí postrado se encontraba el mas glorioso gladiador. Uno de los pocos dioses de la arena que había sobrevivido a años de jugar con la muerte. Un campeón entre campeones. La armadura rota, plata liquida, dividían el vientre del hombre en dos mitades perfectas. Las entrañas se escapan de la herida y las manos callosas apretaban a esas hijas de puta, queriendo parar lo inevitable.
La grieta era mortal.
La voz del lanista prosiguió…
-   Ni un dios. Hermanos y hermanas de Capua. Os presentó al nuevo Campeón. Mantus, el Ariete de la Muerte.
El populacho bramó su nombre.
-   Decidme que queréis Capua. – la pregunta se elevó insana.
Para Mantus fue fácil la respuesta: SANGRE.
Maximus Verilius, no tuvo piedad. Las gradas no tuvieron compasión. Absolutamente nadie gritó clemencia por el destrozado cuerpo. Mantus quiso aullarlo al cielo de Capua. Pero de su garganta solo manó silencio. 
 El pulgar rasgó en el aire la zona de la garganta bien alimentada del lanista.  Muerte al vencido.
La dignidad cubrió el cuerpo herido. Una dignidad dulce. Honor. Los agrietados labios exangües por la falta de sangre modularon una palabra. Una sola palabra.
Mantus empuñó el gladius con dureza. La mano crispada sobre la empuñadura. Porque de nuevo mataría. Porque de nuevo mañana tendría un nuevo día para verla. Olerla.  Porque de nuevo  tendría una nueva oportunidad de escuchar el susurro de sus pies al acercarse a su celda.
Porque…
La hoja se internó en la clavícula hasta el omoplato. La carne no opuso resistencia. El hombre no gritó su dolor. Pero para Mantus estaba claro como el agua. El gladius siguió su camino y atravesó el corazón. Rápido y justo.
Gracias.
Esa era la palabra.
Gracias.
Las gradas enloquecidas gritaron. Mantus. Campeón. Muerte. Ariete. Bestia. Una cacofonía de alaridos a los que Mantus estuvo sordo.
Gracias.
Había sobrevivido una vez mas.

atlantida

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Re: Gladiador por Ruth Lomax
« Respuesta #14 on: Mayo 17, 2010, 07:50:10 pm »
El vello de punta ,un nudo en el estomago y los ojos humedos asi me tienes ruth.
Que angustia con el bebe.
Casi me haces oler la sangre en la arena.
Continua por favor...