Autor Tema: Historia Corta: LA ESPERANZA DE ELANTRIS, Brandon Sanderson  (Leído 13197 veces)

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Historia Corta: LA ESPERANZA DE ELANTRIS, Brandon Sanderson
« on: Marzo 08, 2016, 11:12:16 pm »
La encontré en la página de Brandon Sanderson. Seguramente estará ya dando vueltas por ahí, pero por si acaso la pongo.
No es gran cosa, pero cuanto un libro te gusta te dan ganas de leer siempre un poquito más. Un último capítulo no está mal, aunque no sea tan emocionante como me hubiera gustado.

La esperanza de Elantris
Brandon Sanderson


-Mi señor -Ashe, atravesó de la ventana-. Lady Sarene suplica la disculpéis. Se está echando una siesta antes de la cena.
-¿Una siesta? -preguntó Raoden, divertido mientras se sentaba a la mesa-. Se supone que la cena empezó hace una hora.
Ashe pulsó ligeramente.
-Lo siento, mi señor. Pero... me hizo prometer que le daría un mensaje si se quejaba. "Dile", me dijo, "que estoy embarazada y es culpa suya, así que tiene que hacer lo que yo quiera".
Raoden se rió.
Ashe pulsó de nuevo, con aspecto tan avergonzado como podía tener un Seon, considerando que era simplemente una bola de luz.
Raoden suspiró, descansando los brazos sobre la mesa de su palacio dentro de Elantris. Las paredes que le rodeaban relucían con un brillo muy ligero, y no eran necesarias ni antorchas ni linternas. Siempre le habían extrañado la falta de soportes para linternas en Elantris. Galladon le había explicado una vez que había platos que emitían un brillo cuando presionabas... pero ninguno de los dos había imaginado cuanta luz provenía de las propias piedras.
Bajó la vista a su plato vacío. Una vez luchamos tan duro sólo por un poco de comida, pensó. Ahora es tan común que podemos pasar una hora perdiendo el tiempo antes de comer.
Aunque la comida era abundante. El propio Raoden podía convertir basura en fino maíz. Nadie volvería a pasar hambre en Arelon. Aún así, pensar en tales cosas hacía que su mente volviera a Nueva Elantris, y a la paz simple que había forjado dentro de la ciudad.
-Ashe -dijo Raoden, cuando se le ocurrió algo de repente-. Tenía intención de preguntarte algo.
-Por supuesto, Su Majestad.
-¿Dónde estabas durante esas últimas horas antes de que Elantris fuera restaurada? -preguntó Raoden-. No recuerdo saber nada de ti durante la mayor parte de la noche. De hecho, la única vez que recuerdo haberte visto es cuando viniste a decirme que Sarene había sido secuestrada por Teod.
-Es cierto, Su Majestad -dijo Ashe.
-Entonces, ¿dónde estabas?
-Es una larga historia, Su Majestad -dijo el Seon, flotando junto a la silla de Raoden-. Empezó cuando Lady Sarene me envió por delante a Nueva Elantris, para advertir a Galladon y Karata de que les enviaba un cargamento de armas. Eso fue justo antes de que los monjes atacaran Kae, y fui a Nueva Elantris, sin tener idea de lo que estaba ocurriendo...

*****

Matisse se ocupaba de los niños.
Ese era su trabajo, en Nueva Elantris. Todo el mundo tenía un trabajo; esa era la norma de Espíritu. No le molestaba su trabajo... en realidad, lo disfrutaba bastante. Llevaba haciéndolo desde que había aparecido Espíritu. Desde que Dashe la había encontrado y la había llevado al palacio de Karata, Matisse había estado ocupándose de los pequeños. La norma de Espíritu sólo lo había hecho oficial.
Sí, disfrutaba de la tarea. La mayor parte del tiempo.
-¿De verdad tenemos que irnos a la cama, Matisse? -preguntó Teor, dedicándole su mejor mirada inocente-. ¿No podemos quedarnos levantados, sólo por esta vez?
Matisse de cruzó de brazos, alzando una ceja sin pelo hacia el pequeño.
-Tuviste que irte a la cama ayer a la misma hora -señaló-. Y el día anterior. Y, de hecho, el día antes de ese. No veo por qué piensas que hoy deba ser diferente.
-Está pasando algo -dijo Tiil, colocándose junto a su amigo-. Todos los adultos están dibujando Aones.
Matisse miró por la ventana. Los niños... los cincuenta o así que estaban a su cuidado... se alojaban en un edificio con ventanales apodado la “Jaula” por las intrincadas tallas de pájaros en la mayor parte de sus paredes. La Jaula estaba localizada cerca del centro de la ciudad dentro de la ciudad... cerca de la casa del propio Espíritu, la capilla Korathi donde celebraba la mayor parte de sus reuniones importantes. Los adultos querían mantener a los niños bien vigilados.
Desafortunadamente, eso significaba que los niños también podían mantener una vigilancia atenta sobre los adultos. Fuera de la ventana, relucían chispas de luz de cientos de dedos que dibujaban Aones en el aire. Era tarde... demasiado tarde para que los niños estuvieran levantados... pero había sido particularmente difícil mantenerlos en las camas esta noche.
Tiil tiene razón, pensó. Está pasando algo. Sin embargo esa no era razón para quedarse despierto... especialmente porque cuanto más se quedaran despiertos, más tardaría ella en poder salir a investigar la conmoción por sí misma.
-No es nada -dijo Matisse, volviendo a mirar a los niños. Aunque algunos habían empezado a meterse bajo sus sábanas de brillantes colores, muchos estaban de pie y observaban a  Matisse tratar con los dos revoltosos.
-A mí no me parece "nada" -dijo Teor.
-Bueno -dijo Matisse, suspirando-. Están escribiendo Aones. Si estás interesado en eso, supongo que podríamos hacer una excepción y dejarte permanecer despierto... asumiendo que quieras practicar la escritura de Aones. Estoy segura de que te vendrá bien otra lección esta noche.
Teor y Tiil palidecieron. Dibujar Aones era una de las cosas que hacían en la escuela... algo a lo que Espíritu les había obligado al volver a empezar a asistir. Matisse se sonrió astuta mientras los dos chicos retrocedían.
-Oh, vamos -dijo -. Coged pluma y papel. Podríamos dibujar el Aon Ashe cien veces o así.
Los chicos captaron las señales y volvieron a deslizarse en sus respectivas camas. Al otro lado de la habitación, varios de los otros trabajadores se movían entre los niños, asegurándose de que estaban durmiendo. Matisse hizo lo mismo.
-Matisse -dijo una voz-. No puedo dormir.
Matisse se giró hacia donde una pequeña estaba sentada en su catre.
-¿Cómo lo sabes, Riika? -dijo Matisse, sonriendo ligeramente-. Acabamos de meterte en la cama... no has intentando dormir aún.
-Sé que no podré -dijo la niña impertinente-. Mai siempre me cuenta una historia antes de dormir. Si no lo hace, no puedo dormir.
Matisse suspiró. Riika raramente dormía bien... especialmente en las noches que preguntaba por su Seon. Por supuesto, se había vuelto loco cuando Riika había sido afectada por la Shaod.
-Tiéndete, cariño -dijo Matisse, consoladora-. Veamos si viene el sueño.
-No vendrá -dijo Riika, pero se tendió.
Matisse hizo el resto de su ronda, luego se acercó a la parte frontal de la habitación. Miró a las alrededor de cien formas... muchas de las cuales todavía se removían y agitaban... y reconoció que sería la misma aprensión que ellos. Algo iba mal esta noche. Lord Espíritu había desaparecido, y aunque Galladon les había dicho que no se preocuparan, Matisse lo consideraba una señal premonitoria.
-¿Qué están haciendo ahí? -susurró Idotris quedamente desde su cama.
Matisse miró hacia fuera, muchos de los adultos estaban de pie alrededor de Galladon, dibujando los Aones en la noche.
-Los aones no funcionan -dijo Idotris. El adolescente era, tal vez, dos años mayor que Matisse... no es que esas cosas importaran mucho en Elantris, donde todo el mundo tenía la piel del mismo gris manchado, el pelo lacio o simplemente había desaparecido. La Shaod tendía a hacer difícil determinar la edad.
-Esa no es razón para no practicar los Aones -dijo Matisse-. Hay poder en ello. Puedes verlo.
Desde luego, había un poder detrás de los Aones. Matisse siempre había sido capaz de sentirlo... rabiando tras las líneas de luz dibujadas en el aire.
Idotris resopló.
-Inútil -dijo, cruzándose de brazos.
Matisse sonrió. No estaba segura de si Idotris era siempre tan gruñón, o de si sólo tendía a ser así cuando trabajaba en la Jaula. No parecía gustarle el hecho de que él, un joven adolescente, estuviera regularmente encargado de cuidar niños en vez de que se le permitiera unirse a los soldados de Dashe.
-Quédate aquí -dijo, saliendo de la Jaula hacia el patio abierto donde estaban reunidos los adultos.
Idotris sólo gruñó como acostumbraba, sentándose para asegurarse de que ninguno de los niños se escabullía fuera del dormitorio, asintiendo con la cabeza hacia los demás adolescentes que habían terminado de ocuparse de sus niños.
Matisse bajó por las calles abiertas de Nueva Elantris. La noche era fresca, pero el frío no molestaba a Matisse. Esa era una de las ventajas de ser una elantrina.
Parecía ser una de las pocas que podía ver las cosas así. Los demás no veían el ser un elantrino como una "ventaja", sin importar lo que dijera Lord Espíritu. Sin embargo, para Matisse, sus palabras tenían sentido. Pero tal vez eso tenía que ver con su situación. En el exterior, había sido una mendiga... había pasado su vida siendo ignorada y sintiéndose inútil. Pero dentro de Elantris la necesitaban. Importante. Los niños la admiraban y no tenía que preocuparse por pedir o robar comida.
Cierto, las cosas habían estado bastante mal antes de que Dashe la encontrada en un callejón lleno de fango. Y estaba lo de las heridas. Matisse tenía una en la mejilla... un corte que se había hecho poco después de entrar en Elantris. Todavía quemaba con el mismo dolor que en el momento en que se lo hizo. Aunque era un pequeño precio a pagar. En el palacio de Karata, Matisse había encontrado su primera sensación auténtica de utilidad. La sensación de pertenecer que sólo se había hecho más fuerte cuando Matisse... junto con el resto de la banda de Karata... se había mudado a Nueva Elantris.
Por supuesto, había algo más que había ganado al ser arrojada a Elantris: un padre.
Dashe se giró, sonriendo a la luz de la linterna cuando la vio aproximarse. No era su auténtico padre, por supuesto. Ya era huérfana antes de que la Shaod la hubiera tomado. Y, como Karata, Dashe era una especie de padre para todos los niños que habían encontrado y traído al palacia.
Pero Dashe parecía sentir un afecto especial por Matisse. El severo guerrero sonreía más cuando Matisse estaba alrededor, y era a la que llamaba cuando necesitaba hacer algo importante. Un día, implemente empezó a llamarle Padre. Él nunca había puesto objeción.
Le pasó una mano sobre el hombro cuando se unió a él al borde del patio. Delante de ellos, cien personas o así movían los brazos casi al unísono. Sus dedos dejaban líneas brillantes en el aire tras ellos... los rastros de luz que una vez habían producidos los magos de AonDor. Galladon estaba de pie delante del grupo, gritando instrucciones con su impreciso acento arrastrado Dula.
-Nunca pensé que vería el día en el que ese Dula enseñara Aones a la gente -dijo Dashe quedamente, con la otra mano descansando sobre el pomo de su espada.
También él está tenso, pensó Matisse. Levantó la mirada.
-Sé amable, Padre. Galladon es un buen hombre.
-Tal vez sea un buen hombre -dijo Dashe-. Pero no es ningún estudioso. Emborrona las líneas la mayor parte de las veces.
Matisse no señaló que el propio Dashe era bastante terrible cuando se trataba de dibujar Aones. Miró a Dashe, notando el fruncimiento de sus labios.
-Estás preocupado porque Espíritu no ha vuelto aún -dijo.
Dashe asintió.
-Debería estar aquí, con su gente, no persiguiendo a esa mujer.
-Puede que haya cosas importantes que tenga que aprender fuera -dijo Matisse tranquila-. Cosas que tienen que ver con otras naciones y ejércitos.
-El exterior no es cosa nuestra -dijo Dashe. Podía ser testarudo, a veces.
Bueno, la mayor parte de las veces, en realidad.
Delante de la multitud, Galladon habló:
-Bien -dijo-. Ese es el Aon Daa... el Aon de poder. ¿Kolo? Ahora, tenemos que practicar añadiendo la Línea del Abismo. No la añadiremos al Aon Daa. No queremos abrir agujeros en nuestras preciosas aceras ahora mismo, ¿verdad? En vez de eso la practicaremos con el Aon Rao.... ese no parece hacer nada importante.
Matisse frunció el ceño.
-¿De qué está hablando, Padre?
Dashe se encogió de hombros.
-Parece que Espíritu cree que los Aones podrían funcionar ahora, por alguna razón. Los hemos estado dibujando mal, o algo así. Aunque no se me ocurre cómo los estudiosos que los diseñaron podrían haberse saltado una línea entera en cada Aon.
Matisse dudaba que esos estudiosos hubieran "diseñado" los Aones. Simplemente había algo demasiado... primitivo en ellos. Eran cosa de la naturaleza. No habían sido diseñados... no más de lo que había sido diseñado el viento.
Aún así, no dijo nada. Dashe era un hombre amable y decidido, pero no tenía mucho de estudioso. A Matisse le parecía bien... había sido la espada de Dashe, en parte, lo que había salvado a Nueva Elantris de la destrucción a manos de los salvajes. No había guerrero mejor en toda Nueva Elantris que su padre.
Aún así, observó con curiosidad mientras Galladon hablaba de la nueva línea. Era una línea extraña, dibujada debajo del Aon.
Y... ¿esto hacía que los Aones funcionaran? Parecía algo muy simple. ¿Podía ser posible?
El sonido de una garganta al aclararse llegó de detrás, y se giraron, Dashe casi sacando su espada.

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Re:Historia Corta: LA ESPERANZA DE ELANTRIS, Brandon Sanderson
« Respuesta #1 on: Marzo 08, 2016, 11:13:06 pm »
Un Seon colgaba en el aire tras ellos. No uno de los locos que flotaban salvajes por Elantris, sino uno sano, que brillaba con una luz completa.
-¡Ashe! -dijo Matisse contenta.
-Lady Matisse -dijo Ashe, oscilando en el aire.
-¡No soy una dama! -dijo ella-. Ya lo sabes.
-A mí el título siempre me ha parecido apropiado, Lady Matisse -dijo él-. Lord Dashe. ¿Lady Karata está cerca?
-Está en la biblioteca -dijo Dashe, apartando la mano de la espada.
¿Biblioteca?, pensó Matisse. ¿Qué biblioteca?
-Ah -dijo Ashe con su voz profunda-. Tal vez pueda entregarle a usted mi mensaje, entonces, ya que Lord Galladon parece estar ocupado.
-Si lo deseas -dijo Dashe.
-Hay un nuevo cargamento en camino, milord -dijo Ashe quedamente-. Lady Sarene desea asegurarse de que se le informa rápidamente, ya que es de... naturaleza importante.
-¿Comida? -preguntó Matisse.
-No, mi señor -dijo Ashe-. Armas.
Dashe se animó.
-¿De verdad?
-Sí, Lord Dashe -dijo el Seon.
-¿Por qué enviaría ella tal cosa? -preguntó Matisse, frunciendo el ceño.
-Mi señora está preocupada -dijo Ashe quedamente-. Parece que las tensiones crecen en el exterior. Dice... bueno, quiere que Nueva Elantris esté preparada, sólo por si acaso.
-Reuniré a algunos hombres inmediatamente -dijo Dashe-, e iremos a recoger las armas.
Ashe osciló, señalando que pensaba que era una buena idea. Cuando su padre se alejó, Matisse miró de reojo a Seon, se le estaba ocurriendo algo. Tal vez...
-Ashe, ¿podría solicitarte un momento? -preguntó.
-Por supuesto, Lady Matisse -dijo el Seon-. ¿Qué necesitas?
-Algo simple, en realidad -dijo Matisse-. Pero podría ayudar...

*****

Ashe terminó su historia, y Matisse sonrió para sí misma, observando la forma dormida de la pequeña Riika en su catre. La niña parecía en paz por primera vez en semanas.
Traer a Ashe a la Jaula inicialmente había provocado una gran reacción entre los niños que no dormían. Aún así, cuando él había empezado a hablar, los instintos de Matisse habían probado ser correctos. La voz profunda y sonora del Seon había tranquilizado a los niños. Ashe tenía un ritmo en su discurso que resultaba maravillosamente consolador. Oír una historia del Seon no sólo había animado a la pequeña Riika a dormir, sino también al resto de los rezagados.
Matisse se levantó, estirando las piernas, luego asintió con la cabeza hacia las puertas exteriores. Ashe flotó tras ella, pasando junto al hosco Idotris en las puertas delanteras. Lanzaba guijarros hacia un tronco que de algún modo había encontrado el camino hasta Nueva Elantris.
-Siento haberte robado tanto tiempo, Ashe -dijo Matisse bajito cuando estuvieron lo bastante lejos para no despertar a los niños.
-Tonterías, Lady Matisse -dijo Ashe-. Lady Sarene puede pasar sin mí un rato, creo. Además, es bueno volver a contar historias. Ha pasado mucho tiempo desde que mi señora fue niña.
-¿Te pasaron a Lady Sarene cuando era tan joven? -preguntó Matisse, curiosa.
-En su nacimiento, mi señora -dijo Ashe.
Matisse sonrió sabiamente.
-Tendrá usted su propio Seon algún día, creo, Lady Matisse -dijo Ashe.
Matisse inclinó la cabeza.
-¿Qué te hace decir esto?
-Bueno, hubo un tiempo en el que casi ningún elantrino iba sin un Seon. Estoy empezando a pensar que Lord Espíritu podría arreglar esta ciudad... después de todo, arregló el AonDor. Si lo hace, tendremos que encontrarle su propio Seon. Tal vez uno llamado Ati. Ese es su propio Aon, ¿no?
-Sí -dijo Matisse-. Significa esperanza.
-Un Aon que encaja con usted, creo -dijo Ashe-. Ahora, si ya se han terminado mis tareas aquí, tal vez debería...
-¡Matisse! -dijo una voz.
Matisse se encogió de miedo, recorriendo la Jaula con la mirada, llena de ocupantes dormidos. Una voz oscilaba en la noche, bajando por una calle lateral... la fuente del grito.
-¿Matisse? -volvió a exigir la voz.
-¡Shsss, Mareshe! -siseó Matisse, cruzando la calle en silencio hasta donde estaba de pie el hombre-. ¡Los niños están durmiendo!
-Oh -dijo Mareshe, haciendo una pausa. El arrogante elantrino vestía la ropa acostumbrada de Nueva Elantris... pantalones y camisas brillantes... pero había modificado la suya con un par de bandas que creía hacía la vestimenta más "artística".
-¿Dónde está ese padre tuyo? -preguntó Mareshe.
-Entrenando a la gente con espadas -dijo Matisse tranquila.
-¿Qué? -preguntó Mareshe-. ¡Estamos en medio de la noche!
Matisse se encogió de hombros.
-Ya conoces a Dashe. Una vez se le mete una idea en la cabeza...
-Primero Galladon desaparece -se quejó Mareshe-, ahora Dashe está jugando con espadas. Si al menos volviera Lord Espíritu...
-¿Galladon se ha ido? -preguntó Matisse, atenta.
Mareshe asintió.
-A veces desaparece así. También Karata. Nunca me dicen adónde van. ¡Siempre con tantos secretos! "Estás al mando, Mareshe", dicen, luego se marchan a tener reuniones secretas sin mí. ¡Honestamente! -Con eso, el hombre se marchó, cargando con su linterna.
A algún lugar secreto, pensó Matisse. ¿Esa biblioteca que había mencionado Dashe? Miró a Ashe de reojo, que todavía flotaba a su lado. Tal vez si le persuadía lo bastante, se lo contaría....
En ese momento, empezaron los chillidos.
Los gritos fueron tan repentinos, tan inesperados, que Matisse saltó. Se giró, intentando determinar la localización de los sonidos. Parecían provenir de la parte delantera de Nueva Elantris.
-¡Ashe! -dijo.
-Ya voy, Lady Matisse -dijo el Seon, zigzagueando en el aire, una mota encendida en la noche.
Los gritos continuaban. Distantes, resonantes. Matisse se estremeció, retrocediendo inconscientemente. Oyó otras cosas. El choque de metal contra metal.
Se giró hacia la Jaula. Taid, el adulto que supervisaba la Jaula, había salido del edificio en ropa de noche. Incluso en la oscuridad, Matisse pudo ver la preocupación en su cara.
-Espera aquí -dijo.
-¡No nos dejes! -dijo Idotris, mirando alrededor acobardado.
-Volveré -dijo Taid, corriendo.
Matisse intercambió una mirada con Idotris. Los demás adolescentes que estaban de guardia con los niños ya se habían ido a sus casas para pasar la noche. Sólo quedaban Idotris y ella.
-Voy a ir con él -dijo Idotris, corriendo tras Taid.
-Oh, no lo harás -dijo Matisse, agarrándole el brazo y tirando de él. En la distancia, los gritos continuaban. Matisse miró hacia la Jaula-. Ve a despertar a los niños.
-¿Qué? -Idotris estaba indignado-. ¿Después de todo el trabajo que costó dormirles?
-Hazlo -exclamó Matisse-. Levántalos, y haz que se pongan los zapatos.
Idotris se resistió un momento, luego gruñó algo y entró a zancadas en la habitación. Un momento después, pudo oír que hacía lo que le había pedido, despertando a los niños. Matisse se acercó corriendo a un edificio al otro lado de la calle... uno de los almacenes. Dentro, encontró dos linternas con aceite, y algo de pedernal y acero.
Hizo una pausa. ¿Qué estoy haciendo?
Sólo estar preparada, se dijo a sí misma, estremeciéndose mientras los gritos continuaban. Parecían estar acercándose. Volvió a cruzar la calle.
-¡Mi señora! -dijo Ashe con urgencia-. ¡Hay soldados atacando Nueva Elantris!
-¿Qué? -preguntó, sorprendida.
-Visten de rojo y tienen la altura y el pelo oscuro de los Fjordells, mi señora -dijo Ashe-. Hay cientos de ellos. Algunos de vuestros soldados están luchando delante de la ciudad, pero son demasiado pocos. ¡Nueva Elantris ya está invadida! Mi señora... ¡los soldados vienen por aquí, están registrando los edificios!
Matisse se quedó de pie, perpleja. No. No, esto no puede estar ocurriendo. Aquí no. Este lugar es pacífico. Perfecto.
Escapé del mundo exterior. Encontré un lugar al que pertenecer. No puede venir a por mí.
-¡Mi señora! -dijo Ashe, sonando aterrado-. Esos gritos... creo... ¡creo que los soldados están atacando a la gente que encuentran!
Y vienen hacia aquí.
Matisse se levantó, con las linternas aferradas entre los dedos entumecidos. Esto era el fin entonces. Después de todo, ¿qué podía hacer ella? Casi una niña, una mendiga, una chica sin familia u hogar. ¿Qué podía hacer?
Yo me ocupo de los niños. Es mi trabajo.
Era el trabajo que Lord Espíritu le había encomendado.
-Tenemos que sacarlos -dijo Matisse, corriendo hacia la Jaula-. Saben dónde buscar porque limpiamos esta sección de Elantris. La ciudad es enorme... si llevamos a los niños a la parte sucia, podemos esconderlos.
-Sí, mi señora -dijo Ashe.
-¡Ve a buscar a mi padre! -dijo Matisse-. Dile lo que estamos haciendo.
Con eso, entró en la Jaula, y Ashe se alejó flotando en la noche. Dentro, Idotris había hecho lo que le había pedido, y los niños estaban poniéndose los zapatos adormilados.
-Rápido, niños -dijo Matisse.
-¿Qué pasa? -exigió Tiil.
-Tenemos que irnos -dijo Matisse al pequeño revoltoso-. Tiil, Teor, voy a necesitar vuestra ayuda... la vuestra y la de todos los mayores, ¿vale? Tenéis que intentar ayudar a los pequeños. Mantenedlos en movimiento, y que estén callados. ¿Vale?
-¿Por qué? -preguntó Tiil, frunciendo el ceño-. ¿Qué está pasando?
-Es una emergencia -dijo Matisse-. Es todo lo que necesitáis saber.
-¿Por qué estás tú al mando? -dijo Teor, acercándose a su amigo y cruzándose de brazos.
-¿Conocéis a mi padre? -dijo Matisse.
Asintieron.
-¿Sabéis que es soldado? -preguntó Matisse.
De nuevo, un asentimiento.
-Bueno, eso me convierte también a mí en soldado. Es hereditario. Él es capitán, así que yo soy capitán. Y eso significa que puedo decirte qué hacer. Pero podéis ser mis subcapitanes, si prometéis hacer lo que yo diga.
Los dos pequeños hicieron una pausa, luego Tiil asintió.
-Tiene sentido -dijo.
-Bueno. ¡Ahora a moverse! -dijo Matisse.
Los niños se hicieron a un lado, ayudando a los pequeños. Matisse empezó a conducirlos hacia la puerta delantera, a las calles oscurecidas. Muchos de ellos, sin embargo, habían captado el horror de la noche, y estaban demasiado asustados para moverse.
-¡Matisse! -siseó Idotris, acercándose-. ¿Qué está pasando?
-Ashe dice que Nueva Elantris está siendo atacada -dijo Matisse, arrodillándose junto a sus linternas-. Los soldados están asesinando a todos.
Idotris se quedó callado.
Ella encendió las linternas, luego se levantó. Como había esperado, los niños... incluso los pequeños, gravitaron hacia la luz, y la sensación de protección que ofrecía. Ofreció una linterna a Idotris, y con su luz pudo ver la cara aterrada de este.
-¿Qué hacemos? -preguntó con una voz temblorosa.
-Correr -dijo Matisse, saliendo de la habitación.
Y los niños la siguieron. En vez de quedarse atrás en la oscuridad, corrieron tras la luz, con Tiil y Teor ayudando a los pequeños, e Idotris intentando callar a los que empezaron a llorar. A Matisse la preocupaba el brillo de la luz, pero parecía el único modo. Desde luego, apenas conseguían mantener a los niños en movimiento, conduciéndolos lo más rápido posible fuera de Nueva Elantris... que era también el camino que conducía directamente lejos de los gritos, que ahora estaban terriblemente cerca.

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Re:Historia Corta: LA ESPERANZA DE ELANTRIS, Brandon Sanderson
« Respuesta #2 on: Marzo 08, 2016, 11:13:23 pm »
Eso también los alejó de las secciones pobladas de Nueva Elantris. Matisse tenía la esperanza de tropezarse con alguien que pudiera ayudar mientras se movían. Desafortunadamente, los que no estaban practicando Aones, estaban con su padre, practicando con las armas. Los únicos edificios ocupados habían sido los que Ashe había señalado que estaban siendo atacados. Sus ocupantes...
No pienses en eso, pensó Matisse mientras su harapienta banda de cincuenta niños alcanzaba los límites de Nueva Elantris. Casi eran libres. Podrían…
De repente una voz gritó tras ellos, hablando en una lengua áspera que Matisse no entendía. Matisse se giró, mirando sobre las cabezas de los niños asustados. El centro de Nueva Ellantris relucía ligeramente. Un fuego.
Estaba ardiendo.
Allí, enmarcado por las llamas de muerte había un grupo de tres hombres con uniformes rojos. Llevaban espadas.
Seguro que no matarán a los niños, pensó Matisse, cuya mano temblaba al sostener la linterna.
Entonces vio el brillo en los ojos de los soldados. Una mirada peligrosa y sombría. Avanzaron sobre el grupo. Sí, matarían niños. Niños elantrinos, al menos.
-Corred -dijo Matisse, con voz temblorosa. Aunque, sabía que los niños nunca podrían moverse más rápido que esos hombres-. ¡Corred! Vamos y...
De repente, como salida de ninguna parte, una bola de luz atravesó el cielo. Ashe se movía entre los hombres, girando sobre sus cabezas, distrayéndolos. Los hombres maldijeron, ondearon las espadas con furia, levantando la vista hacia el Seon.
Por lo que se perdieron por completo cuando Dashe cargó sobre ellos.
Les atacó por el costado, saliendo de un callejón sombrío de Nueva Elantris. Derribó a uno, con un destello de espadas, luego giró hacia los otros dos mientras estos maldecían, alejándose del Seon.
-¡Tenemos que irnos! ¡Moveos! -urgió de nuevo, haciendo que Idotris y los demás siguieran adelante. Los niños se alejaron de la lucha, moviéndose en la noche, siguiendo la luz de Idotris. Matisse se quedó atrás, girándose preocupada hacia su padre.
No le estaba yendo bien. Era un excelente guerrero, pero a los soldados se les habían unidos otros dos hombres, y el cuerpo de Dashe estaba debilitado al ser un elantrino. Matisse se quedó de pie, sujetando su linterna con dedos temblorosos, sin saber qué hacer. Los niños lloriqueaban en la oscuridad tras ella, su retirada era dolorosamente lenta. Dahse luchaba con bravura, su espada oxidada había sido reemplazada por la que Sarene le había enviado. Bloqueaba hoja tras hoja, pero le estaban rodeando.
¡Tengo que hacer algo!, pensó Matisse, dando un paso adelante. En ese momento, Dashe se giró, y pudo ver los cortes en su cara y cuerpo. La mirada de miedo que vio en sus ojos la dejó congelada.
-Vete -le susurró él, sin voz, moviendo los labios-. ¡Huye!
Uno de los soldados atravesó el pecho de Dashe con su espada.
-¡No! -gritó Matisse. Pero eso sólo atrajo la atención mientras Dashe se derrumbaba, temblando en el suelo. El dolor se había vuelto demasiado para él.
Los soldados la miraron, luego empezaron a avanzar. Dashe se había encargado de varios, pero aún quedaban tres.
Matisse se sentía entumecida.
-¡Por favor, mi señora! -dijo Ashe, flotando hasta ella, revoloteando con urgencia-. ¡Debes huir!
Padre está muerto. No, peor... es un hoed. Matisse sacudió la cabeza, obligándose a permanecer alerta. Como mendiga había visto la tragedia. Podía superarlo. Tenía que hacerlo.
Estos hombres encontrarían a los niños. Los niños eran demasiado lentos. A menos... levantó la mirada hacia el Seon que había a su lado, notando el brillante Aon en su centro. Eso significaba luz.
-Ashe -dijo con urgencia mientras los soldados se aproximaban-. Encuentro a Idotris, está delante. ¡Dile que apague su linterna, luego condúcele a él y a los otros a algún lugar seguro!
-¿Algún lugar seguro? -dijo Ashe-. No sé si hay algún lugar seguro.
-Esa biblioteca de la que hablaste -dijo Matisse, pensando con rapidez-. ¿Dónde está?
-Directamente al norte de aquí, mi señora -dijo Ashe-. En una cámara oculta bajo un edificio agazapado. Está marcado por el Aon Rao.
-Galladon y Karata estarán allí -dijo Matisse-. Llévales a los niños... Karata sabrá que hacer.
-Sí -dijo Ashe-. Sí, eso suena bien.
-No olvides lo de la linterna -dijo Matisse mientras él se marchaba volando. Se giró para enfrentarse a los soldados que avanzaban. Luego, con un dedo tembloroso, alzó una mano y empezó a dibujar.
La luz atravesó el aire, siguiendo a su dedo en el aire. Se obligó a permanecer firme, completando el Aon a pesar de su miedo. Los soldados hicieron una pausa mientras la observaban, luego uno de ellos dijo algo en un lenguaje gutural que asumió era Fjordell. Continuaron avanzando hacia ella.
Matisse terminó el Aon... Aon Ashe, el mismo del interior de su amigo Seon. Pero, por supuesto, el Aon no hizo nada. Sólo se quedó ahí colgado, como siempre hacían los Aones. Los soldados se acercaron despreocupados, atravesándolo directamente.
Este tiene que funcionar mejor, pensó Matisse, luego puso el dedo en el lugar que Galladon había descrito y dibujó la línea final.
Inmediatamente, el Aon... Aon Ashe... empezó a brillar con una luz poderosa que estaba justo delante de las caras de los soldados. Gritaron cuando el súbito destello les cegó, maldijeron, tambaleándose hacia atrás. Matisse estiró el brazo hacia abajo para agarrar su linterna y corrió.
Los soldados gritaron tras ella, luego empezaron a seguirla. Y, como los niños antes, fueron hacia la luz... su luz. Idotris y los demás no estaban lejos... podía ver sus sombras todavía moviéndose en la noche... pero los soldados estaban demasiado cegados para notar los débiles movimientos, e Idotris había apagado su luz. La única cosa en la que los soldados se concentraron fue su linterna.
Matisse les condujo lejos, en la noche oscura, llevando su linterna con dedos aterrados. Podía oírles persiguiéndola mientras entraba en la propia Elantris. La mugre y la oscuridad reemplazando los adoquines limpios de Nueva Elantris, y Matisse tuvo que dejar de moverse tan rápido, no sea que resbalara y tropezara.
Se apresuró de todos modos, rodeando esquinas, intentando mantenerse por delante de sus perseguidores. Se sentía tan débil. Correr era difícil para un elantrino. No tenía la fuerza para ir muy rápido. En realidad, estaba empezando a sentir una poderosa fatiga en su interior. No podía oír más persecución. Tal vez...
Giró una esquina y tropezó con un par de soldados de pie en la noche. Se detuvo sorprendida, mirando a los hombres, reconociéndolos de antes.
Son soldados entrenados, pensó. ¡Por supuesto que saben cómo rodear a un enemigo y cortarle el paso! Se giró para correr, pero uno de los hombres le agarró el brazo, riendo y diciendo algo en Fjordell.
Matisse gritó, dejando caer la linterna. El soldado se tambaleó, pero la sujetó con firmeza.
¡Piensa!, se dijo Matisse a sí misma. Sólo tienes un momento. Su pie resbaló en la mugre. Hizo una pausa, luego se dejó caer, pateando la pierna de su captor.
Contaba con una cosa: ella había vivido en Elantris. Sabía cómo moverse entre el barro y la mugre. Los soldados, sin embargo, no. Su patada acertó, y el soldado resbaló inmediatamente, tropezando con su compañero y cayendo hacia atrás sobre el empedrado resbaladizo mientras soltaba a Matisse.
Ella se puso en pie, su ropa de brillantes colores ahora manchada con la mugre de Elantris. Su pierna emitía una llamarada de dolor... se había torcido el tobillo. Había sido tan cuidadosa en el pasado para evitar dolores mayores, pero este era más fuerte que nada que hubiera sentido antes, más fuerte que el corte en su mejilla. Le ardía la pierna con un dolor que apenas podía soportar, y no menguaba... seguía igual de fuerte. La herida de un elantriano nunca sanaba.
Aún así, se obligó a moverse cojeando. Se movía sin pensar, sólo deseando alejarse de los soldados. Los oyó maldecir, ponerse en pie con torpeza. Siguió moviéndose, saltando ligeramente. No comprendió que estaba andando en círculos hasta que vio el brillo de la hoguera de Nueva Elantris delante de ella. Estaba de vuelta donde había empezado.
Hizo una pausa. Allí estaba, Dashe, tendido en el empedrado. Se apresuró hacia él, sin preocuparle ya la persecución. Su padre yacía con la espada todavía empalándose, y podía oírle susurrar.
-Corre, Matisse. Ponte a salvo... -El mantra de un hoed.
Matisse cayó de rodillas. Había puesto a salvo a los niños. Eso era suficiente. Se oyó un ruido tras ella, y se giró para ver a un soldado aproximándose. Su compañero debía haber ido en otra dirección. Aún así, este hombre estaba manchado de barro, y le reconoció. Era al que había pateado.
¡Me duele tanto la pierna!, pensó. Se giró, abrazando el cuerpo inmóvil de Dashe, demasiado cansada... y demasiado dolorida... para moverse mucho más.
El soldado la agarró del hombro y la apartó del cadáver de su padre. Le dio la vuelta, la acción provocó otros dolores en sus brazos.
-Dime -dijo con un acento grueso-. Dime adónde fueron los otros niños.
Matisse luchó en vano.
-¡No lo sé! -dijo. Pero lo sabía. Ashe se lo había dicho. ¿Por qué le pregunté donde estaba la biblioteca?, pensó, recriminándose a sí misma. ¡Si no lo sabía, no podía entregarles!
-Dime -dijo el hombre, sujetándola con una mano, buscando con la otra su cuchillo-. Dime, o te haré daño. Mucho.
Matisse luchó inútilmente. Si sus ojos elantrinos hubieran podido formar lágrimas, habría estado llorando. Como para probar su argumento, el soldado sostuvo el cuchillo en alto ante ella. Matisse nunca había sentido tanto terror en su vida.
Y fue entonces cuando la tierra empezó a temblar.
El horizonte había empezado a brillar con la luz del amanecer, pero esa luz se vio ensombrecida por un repentino estallido de luz alrededor del perímetro de la ciudad. El soldado se detuvo, levantando la vista al cielo.
De repente, Matisse sintió calor.
No había comprendido lo mucho que había echado de menos el calor, cuánto se había acostumbrado al estado frío de un cuerpo elantrino. Pero, el calor parecía fruir a través de ella, como si alguien hubiera inyectado algún líquido caliente en sus venas. Jadeó ante la hermosa y asombrosa sensación.
Algo estaba bien. Algo estaba maravillosamente bien.
El soldado se giró de repente hacia ella. Inclinó la cabeza, luego estiró la mano y frotó con un dedo áspero la mejilla de Matisse, donde se había hecho una herida hacía mucho.
-¿Curada? -dijo, confuso.
Se sentía de maravilla. ¡Sentía... su corazón!
El hombre, con aspecto confundido, alzó de nuevo el cuchillo.
-Te has curado -dijo-, pero puedo volver a herirte.
Su cuerpo se sentía más fuerte. Aunque seguía siendo una jovencita, y él un soldado entrenado. Luchó, Su mente apenas empezaba a comprender que su piel ya no estaba manchada, sino que se había vuelto de color plata. ¡Estaba ocurriendo! ¡Como Ashe había predicho! ¡Elantris estaba retornando!
Y aún así iba a morir. ¡No era justo! Gritó de frustración, intentando liberarse. La ironía parecía perfecta. La ciudad estaba siendo sanada, pero eso no podría evitar que este hombre terrible...
-Creo que has olvidado algo, amigo -dijo de repente una voz.
El soldado se detuvo.
-Si la luz la ha curado a ella -dijo la voz-, también me ha curado a mí.
El soldado gritó de dolor, luego soltó a Matisse, y cayó al suelo. Ella retrocedió, y cuando el terrible hombre se derrumbó, finalmente pudo ver quién estaba detrás: su padre, brillando con una luz interior, la corrupción había abandonado su cuerpo. Parecía un dios, plateado y espectacular.
Su ropa estaba desgarrada por donde le habían herido, pero la piel estaba curada. En su mano, sostenía la misma espada que le había estado empalando momentos antes.
Corrió hacia él, llorando... finalmente podía llorar... y le aferró en un abrazo.
-¿Dónde están los otros niños, Matisse? -dijo él con urgencia.
-Me ocupé de ellos, Padre -susurró-. Todo el mundo tiene un trabajo, y ese es el mío. Me ocupo de los niños.

*****

-Interesante, dijo Raoden-. ¿Y qué pasó con los niños?
-Les conduje a la biblioteca -dijo Ashe-. Galladon y Karata se habían ido para entonces... debimos cruzarnos cuando corrían de vuelta a Nueva Elantris. Pero oculté a los niños dentro, y me quedé con ellos para mantenerlos tranquilos. Estaba muy preocupado por lo que estaba pasando en la ciudad, pero esos pobres niños...
-Entiendo -dijo Raoden-. Y Matisse... la hijita de Dashe. No tenía ni idea de lo que había pasado -sonrió Raoden. Le había dado a Dashe dos Seons... unos cuyos amos habían muerto, y que se habían encontrado sin nadie a quien servir una vez recobraron el sentido cuando Elantris había sido restaurada... en agradecimiento por los servicios a Nueva Elantris. Dashe le había dado uno a su hija.
-¿Con qué Seon terminó? -preguntó Raoden-. ¿Ati?
-En realidad no -dijo Ashe-. Creo que fue Aeo.
-Igualmente apropiado -dijo Raoden, sonriendo y levantándose cuando la puerta se abrió. Su esposa, la Reina Sarene, entró, con la barriga embarazada por delante.
-Estoy deacuerdo -dijo Ashe, gravitando hacia Sarene.
Aeo. Significaba valor.

FIN

preciousmele

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Re:Historia Corta: LA ESPERANZA DE ELANTRIS, Brandon Sanderson
« Respuesta #3 on: Marzo 09, 2016, 06:21:04 am »
gracias cris
si, siempre queremos mas de las hisorias que nos gustan

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Re:Historia Corta: LA ESPERANZA DE ELANTRIS, Brandon Sanderson
« Respuesta #4 on: Enero 28, 2017, 03:10:02 am »
Muchas gracias Cris es una de mis historias favoritas, te agradezco el que lo compartieras
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