Con un bajo murmullo, ella se presionó contra él, incitando lascivamente. Las manos de Tristan dejaron su cara, vagando hacia abajo, curvándose sobre sus hombros, luego trazando sus pechos descaradamente. Cerró los dedos, y las llamas saltaron. Ella tembló, y lo exhortó. Besándole hambrienta, tan exigente como él. Tristan la complació, sus dedos encontraron los tensos picos de los pezones y los estrujaron lentamente, terriblemente, con fuerza.
"La dama elegida" - Stephanie Laurens
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